Columnas

Autorretrato

C

uántos “Giordanos” caben en un diputado que ha sido reelecto dos, tres o más veces.  De quién aprendió el “dipukid” las mañas que han quedado al descubierto.  No nos engañemos, el diputado Giordano es el autorretrato de buena parte del Congreso de la República y buena parte de los electores. Luego de superar el estupor con el que observamos las respuestas y justificaciones del diputado, es necesario preguntarnos si el Congreso tiene algún futuro, si las nuevas generaciones ya están pudriéndose junto con los despojos gangrenados de la vieja política; sirve de ejemplo de esta perversa simbiosis, la equivocada, torpe y nauseabunda defensa de la bancada FCN Nación.

Toda vez sigamos con el mismo sistema electoral tendremos que seguir “aguantando Giordanos”.  Por supuesto que debería renunciar, pero eso no solucionará el fondo del problema, sus causas y los efectos en los ciudadanos. Esta clase política representada en el Legislativo, no solo ha puesto de rodillas al funcionario del Ejecutivo, sino a la ciudadanía en general.

La impúdica mayoría que ha construido en el hemiciclo puede ser lastre, en lugar de salvavidas.  Entre novatez y los chacales que sumaron, en poco tiempo han defraudado a sus bases y puesto en evidencia que están dispuestos a todo, con tal de tener el poder suficiente para competir con el  presidente de la República.

Es lamentable que a solo tres meses de la nueva legislatura, la idea de la depuración sea sugerente y empiece a ser el nuevo combustible de la plaza.  Las reformas a la Ley Electoral y de Partidos Políticos no fueron suficientes, de colores o no; y lo sucedido con Otto Pérez y Baldetti, y todo lo demás que han destapado la Comisión Internacional contra la Impunidad en Guatemala y el Ministerio Público, parece que no dejó lecciones en los “padres de la patria”.

Las comunidades, los hermanos indígenas y campesinos marchan hoy por el agua y la tierra: no cejan en su esfuerzo por rescatar lo que nos queda de país.  Cuándo marcharemos todos por la patria, cuándo haremos nuestros aquellos versos de Otto René Castillo: “Vámonos patria a caminar, yo te acompaño…”.