Columnas

Casi 50 años

Cuando se tiene la mente ocupada, cuando se planean un sinfín de actividades, cuando se tienen propósitos claros y muchas metas por alcanzar, el tiempo no alcanza, transcurre muy de prisa; poco a poco vamos sumando días, semanas, meses y años a nuestra existencia.

Esto no me preocupa porque, en mi caso, sigo el consejo de Arjona: “no le quito años a mi vida sino que le pongo vida a mis años”. Este consejo se ha convertido en una fórmula mágica para mí, porque, lejos de sentirme viejo y cansado, me preocupo por disfrutar cada instante, cada día, cada aventura, cada amanecer y cada ocaso.

Es una dicha inexplicable el poder llegar a celebrar otro año más de vida y sobre todo hacerlo con la mente despejada, sin el tormento de los fantasmas que en el pasado me perturbaron; con el alma serena y libre de ataduras y con el espíritu en paz, preparado y decidido a absorber sin medida, sin pausa y sin prisa la esencia de esta extraordinaria vida que me he esforzado por vivir hasta las últimas consecuencias.

Hoy, con la frente en alto, el pecho erguido, los brazos abiertos y el corazón latiendo con fuerza, a poco de convertirme con todo orgullo en el “señor de las cinco décadas” me siento profundamente agradecido de tener la oportunidad de continuar escribiendo mi historia con letras de oro y de haber aprovechado cada enseñanza recibida para considerarme un hombre pleno y enormemente feliz.

La vida me ha brindado múltiples enseñanzas, ni buenas ni malas; al contrario, todas ellas útiles, porque me han revelado poco a poco, paso a paso, cuál es el propósito de mi existencia, cuál es el camino que debo seguir y hacia dónde debo enfocar mis fuerzas y mis energías para sacar el máximo provecho de ella.

Para conocer en toda su dimensión y en su justa medida los sentimientos que hoy me embargan tendrían que ponerse en mi lugar, estar dispuestos a aprender, no dar nada por sentado, cuestionar todo, absolutamente todo, reír mucho más, dejar a un lado tropiezos y quebrantos, obviar la ceguera y esforzarse todos los días y cada segundo por sentirse, creerse y declararse felices, sin excusas… así es como me siento, así es como pretendo vivir, y así es como espero llegar hasta la hora postrera.