Cultura

Un roce de dedos

En la literatura hay temas universales que son tratados por escritores de todas las épocas. Cuando pensamos en el amor, por poner un ejemplo burdo, lo vemos ilustrado en las historias de la guerra de Troya, en las tragedias de Shakespeare, o podemos encontrarlo personificado en Jan y la joven de las naranjas, en Hélène, la esposa de Hervé Joncour en “Seda” o en Tsukiko, la joven japonesa que protagoniza una novela de Hiromi Kawakami.

Afortunadamente la literatura no se compone solo de esos temas grandiosos que han desvelado a las personas desde que decidieron usar el lenguaje para contar historias, sino que se construye desde la particular forma de ver el mundo de cada uno de los autores que los abordan. Este hecho nos brinda la oportunidad de sorprendernos cuando encontramos coincidencias temáticas en dos autores de contextos distintos, digamos en Italo Calvino y Julio Cortázar. El primero nació en La Habana, pero pasó sus primeros 20 años de vida en Italia. El segundo nació en Bruselas y pasó sus primeros años en Argentina. Ambos son narradores fenomenales y los dos exploraron en un cuento el momento del roce físico entre personajes que no se conocen, pero se encuentran de manera fortuita en un tren.

El primero que leí fue el de Cortázar: Cuello de gatito negro. Cuando su protagonista, Lucho, va en un tren, agarrado del pasamanos, apoya la mano para rozar la mano de alguna mujer que le gustó; su juego es ver si hay respuesta de ella, si deja la mano o la retira al sentir ese roce desconocido. Un día pierde el control de la situación, cuando se topa con una morena que propicia el contacto y todo lo que pasa después. El cuento de Calvino se titula La aventura de un soldado, y plantea una situación similar. El soldado de infantería Tomagra va en un tren, junto a él se sienta una viuda. Durante el viaje él aventura el contacto físico, siempre pendiente de la reacción de ella.

Ambos relatos tienen ciertas coincidencias más allá de la escena que describen. En ambos el lector experimenta la tensión de los personajes al aventurarse en el mundo prohibido que significa tocar a un desconocido sin su consentimiento previo, ignorar las fronteras de ese otro que está ahí sin haberlo planeado y cuyo espacio individual se ve vulnerado. Ambos nos dejan pensando en esos momentos cuando alguien alarga el roce de dedos al darte una factura en el súper o cuando no retira la mano que se topa sin querer en un elevador.

Foto: Hopeazul

Débora López

Licenciada en ciencias de la comunicación, egresada de la Usac, especializada en periodismo y locución. Actualmente, trabaja como periodista del área multimedia de Siglo.21 y Al Día.

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