Columnas

Reír llorando

Viéndose al espejo gritó un actor enfermo: “No me curo. ¡Yo soy Garrick!”.  Atrás le aclaró el pueblo: No, no lo eres; llora si quieres, porque risa no nos causas, pero trabaja y haz lo que debes, sabiendo que tus secreciones ya nos dan náuseas.

Actor, le dijeron, toma conciencia; no eres el más gracioso de la Tierra y tampoco el más dramático: ¿eres actor? Le preguntaron. A veces das risa, pero cómico, no, le espetaron. No estás en palacio para entretenernos, tampoco para aburrirnos y menos para fingir ser un espantavillanos.

Presta atención, siguieron: desde que las carabelas desembarcaron a los decabuelos de los que hoy piden la expulsión de extranjeros, hay muchos que se quejan de su derrotero y no admiten otra cosa que su fascismo y su falsa aristocracia. Se ocupan de nimiedades en lugar de hacer caso a los que llenan cántaros con lágrimas verdaderas y malviven a causa de su timocracia.

Eres amado, viajas, no eres pobre y tienes lisonjas. Tu lomo no carga lo que nosotros, no te quejes, ni creas que estás enfermo, y si así lo crees aplícate una de tus moralejas: verás que seguirás sintiéndote igual, a pesar de la buena fe de tus cantaletas.

Imagínate, si tú estás cansado de la vida y del trabajo que elegiste, nosotros tenemos la vocación del suicida y nos convencemos chiste a chiste. Si quieres encontrar a tu mal remedio, busca en la sensatez y la humildad, solo así te librarás de tanto hereje que infringe a tu alma asedio.

Cuántas veces reíste y ahora no sabemos si fue llanto, aquel arlequín que deslumbró a millones con su encanto, resulta que el dolor lo devora y nos toca su mueca de desprecio en lugar de su risa redentora. Si tu alma gime, la nuestra hace siglos se queja y no hay dolor, muerte o poder humano que conspire para ver si la redime.

Que no muera tu fe, que no huya tu calma; aprieta los dientes, afila las ideas y, por qué no, une tus palmas: arrodíllate si quieres, pero sal al balcón, fuerte y sonriente, tu breve paso por esta mascarada no será recordada por carcajada alquitranada sino por carnaval alegre alejado de generales, ladronas y tanta alma arrufianada.

Si así lo hiciereis Dios y la Patria os lo premien; si así no lo hiciereis, lograrás lo que siempre quisiste: ser recordado como el actor que nos quiso hacer reír, llorando…