Columnas

Al margen de todo

La tendencia a la marginalidad y el aislamiento ha sido la tónica de las clases dirigentes chapinas. Acostumbrados a tener la ley simplemente como referencia para evadirla, la mayoría de quienes llegan a función directiva asumen los cargos como “bisne”, y casi nunca como responsabilidad pública. Imaginan además que el mundo es tal y como lo piensan y que siempre impondrán su voluntad y sus intereses.

La elección de Junta Directiva del Congreso y el rechazo de los dirigentes futboleros a mantener la Comisión Reguladora son ejemplo de ese tipo de comportamientos. En el Congreso de la República, los diputados ex Lider, ex PP, Todos y FCN, el partido de los viejos intereses militares, capitaneados por el Presidente de la República, han decidido imponer sus intereses y los de sus camarillas. La cuestión es que no pasen las reformas constitucionales al sector justicia y, de pasada, se ate de pies y manos a la CICIG y al MP, permitiendo al gobernante gastar a manos llenas para hacer nuevos ricos. De fundaterror a los reos VIP del Mariscal Zavala, pasando por el CACIF, grupo de los ocho y sus corifeos, la toma del Congreso es vista como negocio. Algunos, revestidos de cómico y vulgar antiimperialismo, vociferan un trasnochado nacionalismo que ni ellos mismos se creen.al-margen-de-todo

Felices con la globalización cuando esta favorece la expoliación de los trabajadores, creen poder escapar de la defensa de los derechos humanos y ejercicio real de la democracia se refiere, cuando estas ya son conquistas universales. Para los políticos chapines de la vieja escuela, la globalización solo funciona cuando les beneficia, sin entender que todo tiene costos y que en la actualidad ya no es posible escapar a conquistas sociales internacionales. Tercos en satisfacer sus ambiciones, prefieren condenar al país y sus habitantes al hambre y la miseria a cambio de mantener su impunidad y sus negocios. El presidente Morales y sus ministros están con ellos, aunque se hagan de lado y guarden vergonzoso silencio.

En pequeño, y de manera mucho más grotesca, el comportamiento de los 34 miembros de la Fedefut que se opusieron a prorrogar el mandato de la Comisión Reguladora es parte de la misma cultura. Para ellos, como para los diputados capitaneados por Jimmy Morales, lo que importa son sus pingües negocios, su enriquecimiento momentáneo aunque ilícito. Lo colectivo, y sobre todo la democracia, son palabras que sus predicadores del egoísmo han borrado. Nada de ganarse el pan con el sudor de la propia frente y el trabajo honrado. Nada de sentirse honrados con servir al público e impulsar la salud física.

A los asambleístas del futbol poco les importa el bajo nivel de esa actividad deportiva, ellos crearon y se acostumbraron a convivir con la corrupción en todas las escalas del negocio deportivo. Insensatos y miopes se niegan a aceptar que, inmersos en un mundo globalizado, aún los súper millonarios y corruptos de la FIFA han tenido que aceptar algunas normas de convivencia honesta y les piden que hagan lo mismo. Su comportamiento es clara y evidentemente producto de la Guatemala del autoritarismo militar, donde la ley del más fuerte y violento es la que se impone, negándose a ser electos y ratificados en asambleas debidamente vigiladas y autorizadas. No están allí para servir, sino para enriquecerse.

Igualmente, funcionan los diputados de Jimmy Morales. Sin partido político real, la mayoría de los que impondrán la Junta Directiva de la vergüenza han hecho de la política y la representación su negocio. Se asociaron a franquicias electorales abierta y evidentemente corruptas y, ahora, ya sin dueños visibles, tratan de obtener la mejor tajada, protegidos y utilizados descaradamente por el presidente Morales. Guatemala merece un mejor destino, huir a la globalización no es posible, y en ella la democracia y defensa de los derechos humanos son prácticas y valores que felizmente se han consolidado internacionalmente. Negarse a practicarlas, simplemente acarreará a los insensatos el fracaso hasta en los negocios extorsivos que esa misma globalización impulsa y protege, empobreciendo aún más a la mayoría de ciudadanos. Podrán sentirse dichosos aislados algún tiempo en sus cuevas, pero su propia pestilencia les hará devorarse entre sí y tener que abrir el país al mundo para ventilarlo.