Columnas

Reflexiones Post-Ícaro

Cronistas e historiadores del cine refieren que, durante la primera exhibición de una película, los hermanos Lumiére (inventores e impulsores del cinematógrafo), tuvieron que contener el pánico de los espectadores. La proyección de un tren saliendo de su estación hizo que el público entrara en histeria y huyera por la puerta. Curioso inicio para un espectáculo de feria que llegó a convertirse en la multimillonaria industria que es hoy en día.

Nunca he escuchado anécdotas acerca de la primera vez que se exhibió una película en Guatemala. Existen vagas menciones acerca de una sala de cine, en la novena calle y octava avenida de la zona uno, donde el padre del pintor Carlos Valenti instaló el primer cinematógrafo.

En nuestra historia, donde existe una abundante bibliografía acerca de vesánicos dictadores, revoluciones truncas y atrocidades de guerra, apenas se dedican unos cuantos párrafos a los acontecimientos culturales importantes. No hay investigadores ni instituciones ni proyectos de archivo que pongan atención a sucesos que han transformado nuestra sociedad de forma creativa. No hay un banco completo de datos que registre su memoria artística. Así, la historia del cine nacional (y demás artes) va pasando inadvertida en una época de plena efervescencia.

Entre la diversidad de propuestas artísticas emergentes, es en el cine nacional donde se encuentra la mayor cantidad de entusiasmo, de energía y de producto acumulado. Aproximadamente veinte títulos cada año, el festival más importante de Centroamérica, Ícaro, y media docena de directores que logran reconocimientos importantes en el extranjero, son prueba de ello.

Sin embargo, apenas se intenta dar luz verde a una iniciativa de ley que apoye mínimamente el crecimiento de una industria de cine. Porque, esquinada entre las postergaciones menos urgentes del Congreso de la República, se encuentra una propuesta que puede ser el punto de partida para hacer un cine dignamente financiado. Pero bueno, ya lo sabemos de memoria, la cultura inteligente siempre estará lejos de las prioridades demagógicas de los políticos chapines.