Columnas

Juventud y violencia

La violencia y el delito son temas recurrentes y ocupan las iniciativas de agrupaciones sociales y entidades de investigación. Centran su atención en la juventud, en virtud que la mitad de la población se encuentra en la edad mediana de 19 años, según lo estimado por la Encovi 2006 y que sigue reflejándose en la Encovi2014.Esto ha hecho deducir en forma plana y lineal, no necesariamente correcta, que la violencia proviene de los jóvenes, muchos integrados a grupos delincuenciales que operan en áreas populares de centros urbanos. Sin embargo, llama la atención que, según Encovi 2014, las defunciones van ampliando su brecha en el grupo de edad de 20 a 24 años; o sea, muchas personas mueren muy jóvenes. Muchas en las calles. Sin tomar en cuenta ese dato, la información que se brinda por los medios de comunicación ha contribuido a estigmatizar a la juventud, en especial aquella con ciertos rasgos físicos, con determinadas marcas en el cuerpo o tatuajes e incluso, haciendo referencia al lenguaje y al lugar donde viven.

«Estos ejercicios quizá contribuyan, pero resulta infructuoso quedarse ahí.»

Por aparte, muchas iniciativas de prevención o reducción de violencia se plantean disminución de ausentismo escolar, habilidades sociales y cognitivas de jóvenes, manejo de ira e impulsividad, consejos familiares sobre crianza no violenta de la niñez y reducción del abuso infantil, resolución de conflictos y aprendizaje de empatías. Más recientemente, algunas entidades proponen focalizar 30 municipios con mayor incidencia criminal, atendiendo a jóvenes que no estudian ni trabajan. Así se considera que se combaten las causas de la violencia y del delito.

Estos ejercicios quizá contribuyan, pero resulta infructuoso quedarse ahí. Muchos de estos esfuerzos navegan sobre ideas avejentadas, basadas en que es falta de sueños y de actitud positiva por la que muchos jóvenes no tienen empleo y que la desocupación mental es fuente de violencia y delito, desviando a la juventud del camino correcto. Las recomendaciones son recreo y cultura;o bien, de más policías y control de la población sospechosa de delinquir. Es imperativo articular respuestas desde perspectivas más integrales y de fondo.Las causas son estructurales, fuente de graves injusticias, de desigualdades profundas que cierran oportunidades y expulsan población al extranjero. Esto no se resuelve con canchas ni salones de usos múltiples y tampoco con “la hora cultural” de antaño.

Deben transformarse las bases económicas que concentran riqueza en unos pocos y matan de hambre y oportunidades a la niñez y la juventud. Empecemos con la situación agraria, con reconocer el valor del trabajo, con romper prácticas patronales abusivas, con erradicar el racismo, con la búsqueda de igualdad de las culturas y dentro de todo, que los ricos paguen impuestos y el resto también, de acuerdo con su capacidad de pago. Que el Estado trascienda la balcanización de las políticas públicas, por fragmentadas y contradictorias y que opere con otra lógica, no la del mercado sino una más humana.