Columnas

¿Realmente queremos vencer al terrorismo?

Por: Alejandro A. Tagliavini

Parece tonta la pregunta, pero no lo es. Ciertamente los fabricantes y traficantes de armas se benefician enormemente con los conflictos armados y, entonces, los alientan. Sé que enojo a mis amigos de derecha, pero lo cierto es que, por lugares como el Pentágono, se pasean importantes señores azuzando a los halcones para que aumenten el uso y el gasto en armas… y, generalmente, no son negocios limpios.  No llama la atención pues que, las armas de los mismos fabricantes, aparezcan en bandos opuestos, como la guerra en Siria donde la confusión es tan grande que nadie sabe si Occidente apoya o ataca a su presidente. El sitio de Alepo lleva dos años y medio y más de 250 mil sirios han sido víctimas de las milicias afines al régimen de Al Asad como los milicianos chiíes iraquíes, los partisanos del Hizbolá libanés, los comandos iraníes y la aviación rusa que luchan contra los yihadistas.

El asesinato del embajador ruso en Turquía no fue obstáculo para que ministros de Rusia, Irán y Turquía -países que apoyan a distintos bandos- se reunieran en Moscú “en busca de una salida diplomática a la guerra siria”, o sea que se repartirán el botín entre ellos. Pero dejemos a estos crudos intereses y veamos si realmente cada uno de nosotros quiere terminar con el terrorismo que no es un hecho aislado, porque nada está aislado en el mundo, sino que todos los seres humanos nos interrelacionamos de modo que somos responsables, aunque sea de modo muy indirecto y aunque nuestra responsabilidad sea infinitésima.

En primer lugar, el terrorismo no busca el triunfo militar frontal sino, precisamente, infundir temor y, entonces, reinar. De modo que lo primero que debemos hacer es no temerles y no responderles con violencia. Así tiene razón la canciller Angela Merkel que pidió, tras el atentado en el mercadillo navideño de Berlín, que el miedo no paralice a los alemanes.  Recordemos que en 2011, en Oslo un individuo disfrazado de policía primero puso una bomba y luego fue hasta un campamento juvenil del Partido Laborista y abrió fuego a mansalva matando alrededor de 70 personas. El primer ministro reaccionó diciendo que esperaba que su país fuera aún más abierto y tolerante, demostrando que no tienen miedo ya que es la violencia la que no es legítima. Desde entonces Noruega, donde los escasos agentes de policía no portan armas, no ha sufrido ningún incidente.

En segundo lugar, tenemos que dejar de crear las condiciones. La marginalidad -alimentada por la guerra contra las drogas iniciada por EE. UU., la desocupación instalada por los gobiernos con leyes como el salario mínimo -que impide que trabajen los que ganarían menos- y la pobreza creada a partir de impuestos expoliadores, son excelente caldo de cultivo para formar terroristas. Y finalmente, Occidente debe dejar de apoyar a la tiranía saudí, sin dudas el mayor promotor global del fanatismo islámico a la vez que desoír la islamofobia original de Trump -y de sus principales asesores, como el general Flynn- que identificó al islam con el terrorismo y anunció el cierre de las fronteras, aunque después se moderó. Al terrorismo solo se lo vence con libertad y paz, las armas, que son siempre opresoras y liberticidas, lo potenciarán. Por tanto, es una exigencia humana el terminar con todas las guerras incluida la guerra contra el terrorismo e incluida también la muy atroz guerra contra las drogas.

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