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Y tú, ¿qué hiciste todo el día?

Por: Natalia de Biegler

Te levantás a preparar el café aún de noche, así te da tiempo de sentarte un rato en la computadora y adelantar ese pendiente(tuviste la brillante idea de trabajar desde tu casa). Te comés un pedazo de queso de la refri, porque anoche preparaste loncheras en la cena y no te dio tiempo de sentarte a comer. Escribís un rato y te das cuenta de que sos mucho más productiva a esta hora, cuando nadie está pidiéndote algo. Terminás ese pendiente en media hora. Das un par de tragos a tu taza de café. “SÚPER MAMÁ”, dice tu taza. Te preguntás si en serio serás tan “súper”. Todavía hay tiempo, así que decidís enviar correos. Qué importa si tus clientes piensan que sos una loca escribiendo a esas horas de la madrugada. Es ahora o nunca.

«Ser mamá es un universo de contradicciones que nadie entiende, más que otras mamás.»

Suena la alarma. “¡Ya es hora!” En los cuarenta y cinco minutos antes de que pase el bushay mil pelos necios qué asentar con agua (o con saliva, no te hagás), mochilas que volver a revisar y manchas del desayuno en el uniforme que mejor sólo tapás con el suéter porque es viernes y no hay más camisas limpias. Son las siete de la mañana y querés que sean las nueve de la noche para dormir.

Se va tu esposo, se va tu hija en el bus y te quedás con tu bebé. Cambiás pañal,preparás el desayuno. Terminan de comer y a bañarte (con público, claro). Te arreglás en el baño mientras ella saca todos los botes del gabinete, pero la dejás porque así está entretenida. Te sentás a terminar de enviar correos, escribir propuestas y leer para el curso que estás sacando. Lográs trabajar diez minutos antes de que te lleguen a jalar de la mano. Es bueno para los niños jugar en el jardín, así que allá vas. Sembrás plantas, jugás pelota, regás con la manguera. Tomás fotos de esas sonrisas y pensás, “no cambiaría esto por nada del mundo”.

De regreso adentro, otro rato a trabajar con la susodicha sentada en tus piernas. Diez minutos después es hora de hacer el almuerzo, así que bajás a cocinar con un ojo en la estufa y el otro atrás de tu bebé. Almuerzan y suben a descansar un rato. Deberías dormir, pero mejor esperás a que se duerma la susodicha y te ponés a hacer algo más. Algo “productivo”.Tal vez ella haga una hora de siesta y sentís delicioso respirar en silencio y poder trabajar de corrido.

Ya es hora de ir por tu otra hija a la parada. La ayudás con las tareas y te dispones a responder llamadas (otra vez, tuviste la brillante idea de tener la oficina en casa). Por ratos pensas que sería mejor regresar a un trabajo en otra parte, que podrías ordenarte mejor porque, hoy por hoy, tu jornada laboral termina a las siete de la noche pero el trabajo en casa nunca se detiene. Te convencés de que esto es lo mejor para tu familia, que para tus hijas es mejor tenerte cerca. “¡Al agua patos!” Pijama, cena, dientes limpios y a acostarse.

Son las ocho de la noche. Tenés cosas pendientes pero preferís ver televisión un rato, revisar el celular y eventualmente dormir. Tu esposo te da un beso y te pregunta, “¿qué hiciste todo el día?” Sabés que su intención es buena; sólo es ingenuo mi gordo. Además participa en lo que puede, ¿de qué te podrías quejar? Te quedás pensando y no sabés por dónde empezar; sólo decís “me fue bien”, y ahí queda. Hablemos de Netflix o de política. ¿Cómo explicar que hiciste nada y todo al mismo tiempo? Ser mamá es un universo de contradicciones que nadie entiende, más que otras mamás. Te levantás al baño y pasas a dar un beso a tus hijas. No cambiarías esto por nada del mundo. Buenas noches, mañana corre y va de nuevo.

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