Columnas

Una reforma constitucional alrevesada

Por: Ignacio Andrade

En artículos anteriores he expresado el punto de vista que la reforma constitucional planteada no tiene sentido común,  pero no hemos entrado a explicar de lleno  la motivación de su falta de sentido,  limitándonos a señalar sus contradicciones. La reforma constitucional descansa en el hecho que desconfiamos  de la elección directa de magistrados por el Congreso de la República porque desconfiamos de dicho órgano.   Para resolver este problema acudimos al subterfugio de las comisiones de postulación en la Reforma constitucional de 1993.  Nos dimos cuenta que este subterfugio  de las comisiones resultó en la toma  de control de los órganos de elección,  por terceros,  su politización e interferencia de los poderes del Estado con los mismos.    Ahora proponemos quitar a estos poderes y nombrar un órgano que sea una comisión de postulación permanente,  pero que depende de un autocontrol y no tiene fiscalización.   Parecemos como país al perro que se muerde la cola,  pues estamos persiguiendo los malos efectos del problema,  sin resolver la causa del mismo.

La reforma  evita la causa fundamental,  de la crisis que estamos viviendo,   la ausencia de hombres de Estado que representen legítimamente los intereses del pueblo y que respondan por cómo votaron y a favor de quién votaron. El Poder Judicial  debe ser nombrado democráticamente por el pueblo y el pueblo debe tener el derecho de removerlo.   Esto se hace por medio del organismo legislativo.   Esta tratativa de reforma constitucional está perdiendo la oportunidad de oro más importante,  reformar el verdadero origen de los problemas,  el Legislativo.   El Legislativo necesita reformarse por medio de crear representaciones uninominales en forma tal que cada ciudadano sepa quién le representa en el congreso y le pueda pedir cuentas.   Si  el día de hoy  cualquier ciudadano se pregunta ¿A quién le reclamo por haber electo a los magistrados de la Corte Suprema de Justicia que están siendo procesados?   Nadie a ciencia cierta sabe  quién es él o los diputados que le representan.  En consecuencia, el ciudadano no tiene a quién reclamar por la elección de estos magistrados.   No habiendo responsabilidad,  no hay fiscalización ni temor a perder el cargo por no hacer bien su trabajo de representantes.  La reforma valiente,  la del Congreso de la República,  que podría corregir esto  ni siquiera está en la agenda.

La Reforma pretende lidiar con las consecuencias creando, sin depuración previa, un órgano de elección que puede ser controlado por quienes  ya  forman parte del sistema que se está tratando de reformar.   Esto simplemente implicará que el sistema actual  corre el riesgo de quedar perpetuado sin posibilidades de depuración porque la reforma constitucional no la previó.  ¿Quien juzga a los miembros del Consejo Nacional de Justicia?   ¿Cuáles son las faltas que permiten su destitución?  Al guardar silencio,    el mal miembro del Consejo Nacional de Justicia sigue en su cargo, aunque incurra en faltas graves, como han seguido en su cargo  por la misma razón algunos malos  jueces de primera instancia,  ante quienes el Organismo Judicial ha recurrido al traslado  como único mecanismo. Por ello,  la conclusión de que como ciudadanos nos estamos mordiendo la cola.  El temor a enfrentar la negativa a reformarse del Congreso de la República ha provocado que nos conformemos con lo menos,  reformar el efecto,  y por ello,  la reforma  no resuelve el problema y está destinada a fracasar.

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