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Lengua versus hígado: Receta para la buena vida

Desde hace algunos años, acostumbro a tomar una hora cuando puedo al mediodía, para sintonizar mi radio y escuchar palabras que sean de provecho. Media hora, pero profunda, aun cuando parezcan algunas veces temas que son muy simples. Por eso me gustan: a simple vista, son comunes y corrientes, pero si uno los digiere, van tomando dimensiones más profundas. Algunas veces me canso de escuchar política todo el tiempo, en la radio, en la TV, en las redes…

Simplemente, alimento mi espíritu de otras cosas que me hacen ver que la vida aún vale la pena. En esta ocasión, se hablaba sobre «la lengua», pero no precisamente en términos médicos.  Como a cualquier ser humano, me sucede con frecuencia que el hígado me desconecta la lengua del cerebro y me convierto en «palabras puras», «franqueza andante».  Todos somos imperfectos, y este tema en particular me resulta tan difícil, unas veces más que otras, dependiendo de quién o qué se trate, como seguramente les sucede a muchas otras personas.  Estos fueron los apuntes que salvé esa tarde:

«La lengua determina el rumbo de nuestro destino, es el timón de nuestra vida. Es un órgano tan pequeño de nuestro cuerpo, que puede hacerle tanto mal, pues de allí sale y entra lo que lo puede contaminar.  El destino también se construye con la boca; ella hace alarde de grandes hazañas y tiene poder. La lengua es fuego y puede ser un mundo de maldad, pues basta una pequeña chispa para causar un gran incendio.

Se puede con ella hacer gran daño que no es fácil de reparar. Antes de hablar, debemos pensar, para no destruir y dañar, pues una sola palabra puede destruir toda una vida. Hay palabras que marcan para siempre la vida de una persona. En el nombre de buenas causas también se puede ser cáustico, destructivo. Todos tendremos que dar cuenta de toda palabra ociosa. La lengua del ser humano fue hecha para bendecir. Bendiga al gobierno en vez de maldecirlo todo el tiempo. Hay una forma de decir las cosas: se puede decir todo bendiciendo y no maldiciendo.

De una misma boca sale maldición y bendición. Bendiga continuamente; en vez de hablar “de” otro, hable “con” ese otro. El sabio uso de la palabra genera cosas positivas. No se trata de callar, sino de recordar que, de lo que abunda en el corazón, habla la boca. Proverbios 18:20: “En la lengua está el poder de la vida y de la muerte”. Usted tiene el poder de usar su lengua para producir vida. Bendiga al prójimo y aún al enemigo cuando pueda». (Dr. Jorge H. López, 9 de enero de 2014). Sólo me queda agregar: Cuánta falta nos hace, pero ¡qué difícil tarea es para nosotros, los mortales!