Columnas

Juegos de niños

En mi infancia, los juegos eran más simples; policías y ladrones o vaqueros e indios (así se llama el juego, qué puedo hacer).  Más adelante, con el advenimiento de las consolas, uno escogía un personaje de Mortal Kombat, por ejemplo, y peleaba contra otro de facción distinta.  También recuerdo un juego de superhéroes y permitía jugar del lado de la Liga de la Justicia, o Súper amigos, contra Lex Luthor o algún personaje de la Legión del Mal.  Más recientemente aparecieron los Power Rangers contra Rita Repulsa y sus secuaces.  Los más chicos tienen Lazy Town con Sportacus versus Robbie Rotten.  ¡Desde infantes nos programan a una dicotomía, un maniqueísmo que en nuestra vida adulta no nos está llevando a nada productivo!

Escoger bando en contra de otro está bien para juegos infantiles o para gestas deportivas, pero para construir nación es terrible.  Por desgracia, el siglo pasado cayó en una confrontación entre dos potencias que con ideologías opuestas intentaron dominar el mundo. ¡Vaya si no causaron miseria y zozobra mundiales!  Millones de muertos causados por el comunismo y el fascismo -Stalin y Mao mataron a millones de su propia gente y Hitler millones de judíos tanto alemanes como de otros países-.  La guerra fría produjo víctimas sin sentido de ambos bandos y en países como el nuestro que puso el terreno y las piezas en un ajedrez mortal y ahora, en pleno siglo 21, el estertor de la infame ideología sigue teniendo secuelas y cual insaciable asesino, sigue buscando víctimas.

Ahora la siempre mutante izquierda se ha atrincherado en la lucha de moda, es decir, en la lucha en contra de la corrupción.  Y por supuesto que también estamos muchos liberales -la gran mayoría- en contra de la corrupción, sería un contrasentido no estarlo, pero es innegable que los antiguos “militantes” son los que han tomado ese estandarte como si fuese propio.  ¡Nada más alejado de la verdad!  Si de verdad buscaran el bien común y bienestar para las masas desposeídas, estarían marchando, manifestando, presentando acciones legales, iniciativas de ley y demás calistenia en contra de la desnutrición infantil, a favor de la educación universal y gratuita, a favor de proyectos de desarrollo comunales, etcétera. ¿Cuántas de esas ha visto usted?

En fin, acá pareciera que cada quien escoge su bando y cualquiera del otro es “el malo”.  Es del conocimiento público un hecho sucedido el fin de semana donde un connotado periodista fue detenido por conducir en estado de ebriedad; inmediatamente saltamos –me incluyo- todos en las redes sociales desándale salir pronto de esa difícil situación.  Algunos llegaron hasta a insinuar que podría haber “mano peluda” en su detención.  Por esas cosas del destino, esa misma noche le sucedió lo mismo a otro periodista de otro medio -y de tendencia opuesta- ¡hasta compartieron carceleta! Al primero lo protegieron y alabaron en las redes porque era de ese bando; en cambio al otro, lo vilipendiaron y acusaron de mil y un cosas; otros se alegraron de su infortunio.  Por el mismo hecho y bajo circunstancias casi idénticas el trato mediático a cada uno fue exactamente opuesto.  Así está Guatemala, lamentablemente.

A diferencia de los juegos de mi niñez en donde al final no importaba quien ganaba, ahora lo que está en juego es el país y el futuro de nuestros hijos.  Eso sí, igual como pasaba en mi niñez que el juego acababa cuando los padres llamaban para cenar, ahora parece que vino un nuevo “papá” y le puso fin al juego de algunos.  Estoy seguro que usted me entiende…

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