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Internet… internetitis

Recientemente recibí un escrito con este titular: internetitis  que planteaba un tema muy actual. Se refiere a que actualmente hay personas  que no pueden vivir desconectadas de la red, yonquis de la web, adictos a lo virtual.

El autor (Domingo Martínez, de Madrid)  se pregunta a menudo sobre los límites que podrá aguantar el cerebro humano ante tanta actividad. Y si está internet detrás de algunos de los males contemporáneos de su indebido uso.  Cualquiera puede darse cuenta de amigos, familiares, conocidos que están conectados a todas horas a su móvil, tableta, ordenador. Y caminan mirando fijamente a sus dispositivos, sonriendo o gimiendo, según lo que aparezca en pantalla. A esta obsesiva atención contribuyen también lo que difunden los canales, sea cierto o no que tanto da: porque  lo que salga por internet se toma como verdad absoluta por muchos de los fieles de este credo electrónico, aunque se trate de invenciones.

Lo  recordaba un estudio del Dr. Fabrizio Piciarelli que se refiere a la desintoxicación digital, un término nuevo que indica la voluntad determinada de mantener una relación sana y equilibrada con los instrumentos digitales, evitando cualquier  exceso adicción.

Porque la tecnología es un bien, pero es necesario saber manejarla. Esto es la desintoxicación digital: poner la experiencia digital en el lugar adecuado, poner calma los tiempos de su consumo; tomarse una pausa de reflexión. Es un trabajo que cada uno debe hacer, según el nivel de dependencia que se encuentra  Por ejemplo contar cuántas veces al día toma el smartphone sin real necesidad, cuántas veces se conecta a las redes sociales y qué tiempo se pasa en la tableta o la computadora: todo ello da el estado real de dependencia.

Otra cosa práctica es poner distancia física -no solo mental-, entre uno y sus instrumentos. Podría ser nada de celular después de –por ejemplo- las 8 de la noche; evitar tenerlo encendido por la noche;  y a

l poner la tablet sobre la mesa familiar no sólo hemos favorecido una adición, sino también una sustitución. Porque la comida familiar, es por excelencia lugar de reencuentro, de hospitalidad… y la tablet nos puede aislar: y puede sustituir a la fuerza atractiva de la mesa familiar.

Otro aspecto que comentaba y que preocupa a los científicos es la hipótesis de cómo esto está incidiendo en una modificación de los procesos cerebrales. Así lo estima Maryanne Wolf, neurocientífica de la Universidad de Tufts, EE.UU., quien dice temer que “la lectura digital esté cortocircuitando nuestro cerebro hasta el punto de dificultar la lectura profunda, crítica y analítica… Las investigaciones nos dicen que ha disminuido mucho nuestra capacidad de concentración. Cuando se cae en esta adicción, se  cambia la atención frecuentemente de un aparato a otro”. Tenemos que ser conscientes de que podemos estar en medio de un cambio muy profundo.

La comunicación digital es un logro fantástico y algo ya necesario; pero es bueno considerar este peligro de adición y sus consecuencias. Y que no sólo puede afectar a jóvenes sino también a los mayores.

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