Columnas

Estar del lado correcto

En la escuela de Derecho, tuve un catedrático -con quien guardo buena amistad- que, ante la pregunta de un compañero sobre cómo saber de qué lado estar en un litigio, es decir, ¿cómo saber cuál es el lado correcto?, respondió con el más absoluto aplomo: “usted jamás se equivocará si está del lado de la Constitución y las Leyes”.

Esa frase se me grabó como pocas otras de esos años de estudio; en ese momento, por primera vez en la carrera, me percaté que la Constitución y las Leyes más que mis armas, eran mi escudo y que si con ellas, quién contra mí, parafraseando a Romanos 8:31. Luego, pude trabajar de procurador en un despacho de Abogados y acudir a los tribunales en donde pude estar en contacto con la “realidad” de la administración de justicia. A mucha honra, alardeo hasta el día de hoy que JAMÁS pagué una mordida, aunque confieso, que jamás me la pidieron abiertamente; alguna vez pudo haber alguna indirecta ante la cual, más por miedo que por convicción, me hice la bestia y fingí demencia. Lo que si hice -y varias veces- fue aprovechar, modestia aparte, los dones que Dios me dio: mi verba, mi prestancia y uno que otro encanto para conseguir que se adelantase una diligencia o la firma de una resolución que al cliente le urgía; de lo contrario, seguramente seguiría durmiendo el sueño de los justos y el cliente hubiese despedido al despacho de Abogados para el cual yo trabajaba. Sin embargo, me quedó claro que la corrupción existía, existe y que es un mal que hay que eliminar del quehacer público.

Hace unos días un buen amigo -otro- me dio sus impresiones sobre el acontecer nacional y sobre lo que él percibía como mi apoyo al llamado #Pactodecorruptos. Tremenda fue mi sorpresa, pues puedo entender que imbéciles que no me conocen, a quienes les caigo mal o simples anónimos de redes sociales puedan creer que yo apoyo la corrupción o que apoyo que se acabe la lucha contra la impunidad, pero que un buen amigo mío lo “sintiese” así, me desmoralizó e hizo recapacitar.

He sido un constante crítico de los abusos y procedimientos de CICIG, porque me parece aberrante que un ente que viene hacer cumplir la Ley mediante la persecución penal de quienes considera delincuentes, lo haga precisamente, violando la Ley. No es secreto que, en varios allanamientos -si no todos- no permiten la presencia de los Abogados defensores, o sin orden judicial, recogen todo tipo de “evidencia” (objetos personales, documentos sin relación, etc.), siendo más que evidente que no tienen nada que ver con las pesquisas que llevan a cabo, o que en esos procedimientos retienen ilegalmente a personas sin orden judicial. Además, las conferencias que tanto gustan a los medios, a CICIG y al MP -además de los morbosos- son violatorias a la Constitución, al debido proceso y del artículo 7 de la propia Ley del MP. El editorial de elPeriódico de ayer (8 de febrero) critica estoy mismo; supongo que a Zamora y a su medio no se les creerá contrario a CICIG, ¿O sí?

Sin embargo, parece ser que la forma y la constancia como yo he hecho mis críticas se ha interpretado como apoyo al #Pactodecorruptos; JAMÁS he cuestionado la lucha contra la impunidad propiamente dicha o abogado por su cese, pero insisto que me parece aberrante que se haga cumplir la Ley, violándola. Pero, no se hable más, desde este momento dejaré de criticar los procedimientos violatorios a la Ley por parte de CICIG (no vaya a ser que se me crea parte del #Pactodecorruptos) y no lo hago porque haya claudicado en mis convicciones o porque ahora mágicamente vea que son legales, sino, porque como lo dice la Ley de Amparo y Exhibición Personal, “las circunstancias no lo hacen aconsejable”. Al entendido, por señas, dicen por’ai.

Me quedará el placer, eso sí, poder decir más pronto que tarde, cuando finalmente se desvelen los abusos ya aludidos, “¡se los dije!” Y entonces, habrá que idear una fórmula o un nuevo ente para deshacer los entuertos en que nos habrá de dejar la viciada “lucha contra la corrupción”. Sin duda, estaré del lado correcto de la historia.

En mis cortos seis meses de escribir en este medio, siempre he tratado de dar mi opinión con miras a que usted, mi lector, saque sus propias conclusiones, en lugar de tratar de imponer mis conclusiones; espero que les haya ilustrado o por lo menos, entretenido.
Este es el último artículo que publico en este medio que, criticado y vilipendiado, ha sido un puerto seguro para quienes opinamos en contra de la línea generalizada y políticamente correcta. Agradezco a Siglo 21 y ahora a El Siglo por haberme brindado este espacio y permitirme -sin cortapisa alguna- dar mi opinión.

Quiero terminar con una frase que ya había reproducido antes, expresada por Edgar Gutiérrez en una publicación en elPeriódico: “Todo aquello que legítimamente no se critica, más temprano que tarde incubará déspotas, personajes arrogantes y protegerá a otros ‘vivos’, aparentes abanderados de las buenas causas” y yo agrego: cualquier similitud con la CICIG, es mera coincidencia.

Hoy termino esta etapa, pero pronto escribiré en mi blog www.alejandropalmieri.com

Los invito a seguirme y a leerme. Hasta pronto.

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