Columnas

Democracias en ruinas

¿Por qué la democracia solamente funciona en determinados países?, ¿por qué en los pocos países en que funcionaba entra en crisis y se rompe?, a estas inquietudes de un mundo en deterioro tratan de responder Michael Albertus y Victor Menaldo, profesores de ciencia política en las universidades de Chicago y Washington, respectivamente, en un artículo aparecido en ‘The New York Times’ en estos atolondrados días, en que el mundo entra en bancarrota.

Los ideólogos siempre han soñado con encontrar la utopía de una sociedad perfecta, en donde se produzca abundantes bienes y servicios, y los seres humanos se comporten como mansos corderitos, en forma equitativa e igualitaria. Casi siempre las utopías terminan en feroces dictaduras en donde las posiciones correctas persiguen con saña a los que no piensan correctamente. El neoliberalismo sueña con una sociedad sin los defectos del gobierno, que se presenta con sus cualidades de ineficiencia y corrupción, frente a un mercado eficiente, productivo y que premia al que se esfuerza más. El comunismo soñó con una sociedad sin mercado, en que los humanos dirigidos por un gobierno sabio e iluminado iluminara la producción de todos según su capacidad frente dotando a todos los seres humanos de bienes para satisfacer todas sus necesidades. Neoliberalismo, solo mercado, nada de gobierno. Socialismo solo gobierno, nada de mercado. Ambas utopías terminaron abandonadas en el famoso basurero de la historia.

Solo quedó el pragmatismo, hacer lo mejor que se pueda hacer. El liberalismo, levantó la bandera algo rasgada, de que la mejor sociedad es una con unos u otros defectos. La democracia liberal, que consiste en fomentar mercados lo más competitivos posibles frente a una política social que genere la mayor atención a la salud y la educación, para que la sociedad funcione de la mejor manera, permitiendo la convivencia en paz y cooperación, en una sociedad dividida en clases sociales y grupos de presión.

No en todos los países se conforma este modelo de democracia liberal. En general se necesita que el sistema genere formas de producción y vida que permita que los grupos con diferentes intereses pueda ver satisfechas una parte considerable de sus demandas. La democracia se fortalece cuando puede generar instituciones republicanas, no para abolir las contradicciones entre grupos sociales diferentes, sino para atenuar sus choques y generar armonía social. La pequeña burguesía, la clase media, es la portadora de este proyecto, está convencida de que al construirse sociedades de liberalismo democrático se generan condiciones para salvar a toda la sociedad y evitar la lucha de grupos sociales adversos.

La crisis devastadora de los años 2007-2008, que se transformó en una recesión eterna, amenaza con una confrontación nuclear y misilística a escala global. La democracia ya no funciona, Albertus y Menaldo se preguntan. “¿Por qué se están rompiendo tantas democracias?” Estos distinguidos analistas ponen como ejemplo a España, Italia, Polonia y Hungría, como democracias que retroceden hacia el autoritarismo.

La preocupación por las graves consecuencias que tiene para el mundo este retroceso son válidas. Aunque los autores no lo ven, su hipótesis significa, los países en donde la democracia es fruto de la lucha de los grupos más avanzados económica e ideológicamente es una democracia más firme. Pero se logra en pocos países del mundo. Mientras que la democracia que es el resultado de la muerte de grupos autoritarios que ya no pueden seguir gobernando, pero en su último aliento tienen la capacidad para dictar las constituciones que los heredan, fingen una nueva sociedad democrática, pero que esas constituciones violan y mantienen sus privilegios. Como la independencia de América que no fue tal, ya que el poder quedó en las manos de los criollos, o la democracia autoritaria de España, en donde el gobierno quedó en una realeza defectuosa y un sistema semi-franquista.

Albertus y Menaldo, afirman que “Las instituciones democráticas son frecuentemente diseñadas por el régimen autoritario saliente para salvaguardar a las élites establecidas del Estado de derecho y darles una ventaja política y económica después de la democratización”. Como parte de los síndromes defectuosos se menciona que las dictaduras moribundas dejan como herencia el diseño del sistema electoral, las inmunidades legales, el papel de los militares en la política y el diseño del tribunal constitucional. El poder no en manos de representantes democráticos, sino en manos de una máquina de poder ejercida sin historia ni futuro por profesionales liberales del derecho, que legislan para beneficiarse conjuntamente con otros grupos corporativos de su misma calaña.

TEXTO PARA COLUMNISTA

Cristobal Pérez-Jerez

Economista, con maestría en política económica y relaciones internacionales. Académico de la Universidad Nacional de Costa Rica. Analista de problemas estratégicos, con una visión liberal democrática.

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