Columnas

Guatemala un país a la deriva

Cada fenómeno natural que explosiona en Guatemala, por cierto catalogado como uno de los diez países país  más vulnerables del mundo, tiene efectos catastróficos en la pérdida de vidas humanas y deterioro de una agricultura de subsistencia de ese 60% de habitantes pobres de la nación.

Recordamos el terremoto de 1976 con pérdida de más de 25 mil personas principalmente de áreas indígenas,  cosechas, casas, gallinas, coches, vaquitas, chumpipes y hortalizas que no lograron recobrar.

El Huracán Mitch en el año de 1998 el cual incidió en casi todo Centro América arrasó poblados enteros y hundió en el fango de las grandes correntadas de agua la vida humana de los guatemaltecos que ascendió a 669 muertos y 884 desaparecidos, así como su entorno que los hacía vivir con cierto nivel escaso de dignidad. Todo se acabó.

En el año 2005 nos cubrió de lluvia el Huracán Stan, el cual generó entre otros problemas, un deslave en  Panabaj ubicado en Santiago Atitlán que dejó 111 muertos y 136 desaparecidos, porque arraso  los ranchos y se llevó los cultivos de la comunidad.

Aún recordamos el terremoto de San Marcos, las casas sobre el suelo, las escuelas derruidas y las personas angustiadas. No ha bastado nada de esto, hasta desembocar en la tragedia de El Cambray en Santa Catarina Pinula, en el cual un promontorio de tierra que se removió, enterró casas con todo y sus habitantes hasta sumar la muerte de 200 habitantes. Y todo esto, por un error humano.

No podemos olvidar en este recorrido de tragedias, la muerte bajo llamas y gritos de angustia de las niñas quemadas en un albergue en San José Pinula.

Ahora, de nuevo nos azota el fenómeno del Volcán de Fuego, que arroja un fluido piroclástico en forma de nubes hacia arriba y hacia los costados llevando la muerte en esos fuertes nubarrones. Hemos visto por cierto, un video del observatorio OVSICORE, de la Universidad Nacional de Costa Rica, en donde explica la naturaleza de estos fluidos y de cómo se puede advertir con cierto nivel de certeza científica, lo que va a suceder y de esa manera evacuar a su tiempo a los poblados.

Surge entonces la pregunta, de cómo los guatemaltecos y las universidades en particular, no hemos sido capaces de crear un centro de análisis e investigación científica para que nos ilustren acerca de tantos fenómenos que causan tragedias en Guatemala. Ciertamente la respuesta para atender a los damnificados siempre ha sido grande, tanto de su población, como el Estado y la comunidad internacional para mitigar de inmediato los problemas más urgentes. Pero es necesario la prevención.

Para ilustrar nuestra realidad, recordemos que no hay una adecuada gestión de riesgos ni un ordenamiento territorial que le permita al Estado visualizar las condiciones en las cuales habitamos los guatemaltecos. Tampoco hay un presupuesto que de manera inmediata se pueda utilizar con agilidad para atender estos dramas humanos. Ciertamente existe la Comisión de Emergencia llamada CONRED, pero su funcionamiento hasta hoy, es poco eficiente, a pesar que se cuenta con  luces científicas con el Señor Sánchez del INSIVUMEN. Sin embargo,  también insuficiente ante gigantescos problemas que ocasionan los fenómenos naturales.

Es precisamente aquí, el punto nodal en el cual ya es hora que se haga un parteaguas ante tanta desgracia, y recompongamos nuestras instancias estatales para que atiendan con bastante nivel de eficiencia. Obviamente nos asaltan a la vista los graves problemas de tenencia de la tierra, de vivienda, de trabajo, de producción agrícola, el agua, entre otros temas sustantivos. Y es a esto lo que se llama  ordenamiento territorial, el cual debe estar presente en cada municipalidad para actuar con responsabilidad, para que Guatemala no marche a la deriva.

Es necesario un parteaguas que defina otro rumbo de nación, si no queremos seguir con el listado de tragedias históricas como las que hemos vivido hasta la fecha, porque la vida es sagrada y debemos de cuidarla con ternura y racionalidad.

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