Columnas

La muerte de una niña

#Antropos

Las campanas, luces de colores, olor de algarabía de navidad, unción de familias recogidas alrededor de tradiciones judeocristianas, nos vuelven tiernos y sensibles en estos fríos días de diciembre.

Junto a esta ternura de felicidad, también asoma su cara la tristeza que siempre está presente, porque  ronda en los rostros de quien ha perdido a un ser amado o siente en el alma el dolor  de un familiar enfermo. Esto es sin lugar a dudas, la vida cotidiana. Es alegría y sufrimiento. Angustias  e ilusiones. Frustraciones y realizaciones. Mutaciones perennes de la vida.

Es en este mundo tan dinámico y cambiante, cuando hoy la prensa nos da a conocer la muerte de una niña de apenas siete años, que tuvo que huir de su lugar de origen en búsqueda de comida, quizás de una ilusión e ingenua forma de pensar, para que cuando creciera, podría ayudar a su familia quienes viven bajo condiciones de extrema pobreza en el caserío de San Antonio Cortez de la microrregión Damasco del municipio de Raxruhá de Alta Verapaz, Guatemala.

Esta niña de nombre Jakelin Caal Maquin,  de origen  K`eqchi`tuvo una vida de campo, que jugaba entre las matas de maíz, ayote, rodeada de gallinas y algunos perros flacos,  dormía en un camastrón con sus hermanos y sus padres. Huyó de la adversidad en donde 9 de cada 10, son pobres y el 86.2% viven en pobreza o pobreza extrema. Se desvaneció entre los brazos de su padre en un centro hospitalario de El Paso, Texas, Estados Unidos, luego de haber sido capturada porque pedía junto a su padre y otros 163 migrantes, un asilo para mitigar el hambre y la miseria.

Su cuerpo endeble no pudo soportar el drama que viven diariamente los migrantes y “ella, dice su madre, murió y él (el padre) no pudo hacer nada”.  Afirma, que Jakelin “no tuvo ni alimentación ni bebidas durante más de dos días”. Se fue entre vómitos y altísimas fiebres.

Ante este hecho dramático, afirmó Hilary Clinton: “…el horror de una niña de siete años muriendo de deshidratación en la custodia de los Estados Unidos. Lo que está sucediendo en nuestras fronteras es una crisis humanitaria”.

Ciertamente como dice el reportaje de CNN “huir es la única opción contra la adversidad”. Y en palabras de la madre, la señora Maquin, afirma, Jakelin se fue con su padre escapando de un mundo que se les hunde en el barro negro de la miseria. “Se fue, dice, por la extrema pobreza en la que vivimos, no hay recursos para mantener a la familia, el precio del maíz está bajo, no podemos vivir solo de maíz”. “Aquí pagan entre 40 o 50 quetzales, y a veces 20 y “cuando los niños se enferman, dice el abuelo, con la voluntad de Dios es que sobrevivimos, tomamos hierbas o a veces si se puede una pastilla”.

Esta descripción desgarradora de una familia campesina, está en medio de una región en donde abunda la riqueza natural en manos de pocas familias que ostentan cafetales, casas de campo y caballos pura sangre para cabalgar. Dueños de inmensas extensiones de tierra y con ríos caudalosos que ahora capturan para plantas eléctricas que son de su propiedad. Los caciques políticos de estos lugares  se mantienen en el poder que les da la política, para gozar de estas ricas tierras, mientras miles de niñas mueren de hambre y desnutrición. Todo parece ser, que la búsqueda del placer y el dinero los ha traicionado a todos estos personajes porque son insensibles al dolor y a la tristeza. Han perdido humanidad.

Migrar se ha convertido para los habitantes de  Raxrulá, como  salida desesperada para escapar de una miserable situación. Obviamente  ya no es el momento de encontrar explicaciones a este fenómeno, porque  la adversidad también está frente a los migrantes cuando sufren y mueren como esta niña k`echi`. Hoy se trata de encontrar en el corazón de cada uno de nosotros, una pizca de voluntad y sensibilidad humana, para atajar la embestida de la pobreza y miseria que está doblando con la muerte a la niñez de nuestra nación.

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