Columnas

Jesús, migrante

#Poptun

La migración no es un fenómeno reciente, sino que data de muchos siglos. El hombre siempre ha necesitado migrar para seguir y alcanzar sus metas y sueños. Un ejemplo es el de Jesús, quien fue un migrante incesante para alcanzar el propósito de salvar a la Humanidad del pecado original, hasta morir por ella en la cruz.

Los relatos de la Biblia lo ubican en distintos lugares durante toda su vida: Nació en Belén, creció en Nazaret de Galilea, estuvo en Jerusalén y fue hallado en el templo por sus padres y lo bautizaron en el Río Jordán. También estuvo en el Desierto de Judea donde fue tentado por Satanás, luego hizo su primer milagro en Caná, pronto se le sitúa en el Lago Galileo, donde eligió a sus discípulos y posteriormente multiplicó el pan, además hizo milagros en Jericó, Cafarnaúm, Naín y Betania, entre otras ciudades.

La Biblia nos presenta a Jesús como un “predicador ambulante, que llevó la palabra de Dios de pueblo en pueblo, sin residencia fija. Jesús tuvo una vida itinerante, por lo cual se le puede definir como un trabajador temporero, que conoció el estar a la intemperie, sin casa propia, a expensas de la hospitalidad de la gente, o de su rechazo”.

El sentimiento que apreciaba Jesucristo seguramente en ese momento -de no tener casa y seguridad alguna y vivir de prestado- lo experimentan ahora millones de personas al cruzar fronteras para mejorar su nivel de vida o simplemente vivir, porque sus propios países les niegan esa oportunidad.

Sin embargo, millares de inmigrantes deben enfrentar la hostilidad de la población de cada país, que, desde una perspectiva vinculada a la seguridad, los consideran peligrosos y objetan el arribo de esos extranjeros a sus territorios y justifican la manera “ilegal” que ingresaron a invadir sus espacios, el pretexto ideal para cometer cualquier tipo de atrocidades en contra de este grupo.

Los inmigrantes son vistos como una clase inferior, que no posee derechos fundamentales ni dignidad humana y por eso se cree que se posee la facultad de tratarlos como animales, a pesar de que leyes internacionales establecen que los seres humanos somos iguales en dignidad y derechos. Nunca se discute que muchos viajan no porque sea un viaje de placer sino porque luchan por sobrevivir y huir de la pobreza y violencia, entre otros males.

Vivir es un factor determinante para que las personas busquen nuevos horizontes. Estancarse y no buscar alternativas, entre ellas transitar a otros países para huir de sus pesadillas, significaría morir y por eso el espíritu de supervivencia es la motivación principal para tomar la decisión de migrar.

Esta actitud de recelo, odio, fobia y rechazo hacia los extranjeros se le denomina xenofobia, la cual se ha expandido enormemente con prácticas y discursos de intolerancia que impulsan muchos líderes políticos que recurren a doctrinas y estrategias utilizadas en el pasado por dictadores y genocidas de talla internacional. Las medidas ejercidas acreditan que se “ha renunciado a toda forma de humanidad hacia ellos”.

No obstante, ante esta expansión del odio a mano de actores políticos que agreden, insultan y amenazan al indocumentado, aduciendo que infestan sus países; tenemos la cordial invitación de Jesucristo para migrar y vivir en nuestros corazones con la finalidad de ennoblecer nuestro carácter y reproducir los valores que Él vivió.

Jesús fue un hombre que cultivó la justicia, la equidad, la amistad, el apoyo, la colaboración y especialmente el amor hacia los marginados y perseguidos. Jesús suscitó la igualdad, el perdón, la solidaridad. Sus enseñanzas radicaban en el amor al prójimo.

Con los valores que Jesús transmitió a la humanidad, nos estimula a ser tolerantes e incluyentes con las personas menos favorecidas y distintas a nosotros. Él nos enseñó a ayudar a otros cuando llegan las adversidades.

Esta época de Paz y Amor es propicia para que nos autoevaluemos y comprometamos a erradicar opiniones racistas, de desprecio y odio. Es tiempo para pronunciar palabras de tolerancia hacia los extranjeros y personas necesitadas. Es tiempo de hacer los buenos propósitos navideños en acciones, para que sean verbos y no sustantivos.

Es imprescindible engendrar la tolerancia y eliminar la discriminación y estigmatización hacia el migrante. No olvide que Jesús fue uno de ellos y disfrutaba de la hospitalidad y cariño de las personas que le seguían.  ¡Feliz Navidad!

TEXTO PARA COLUMNISTA

Mireya Batún Betancourt

Abogada, Notaria y Licenciada en Ciencias Jurídicas y Sociales, postgrado en Criminología, especialista en ejecución penal con estudios en Doctorados de Ciencias Penales y Derecho Constitucional Internacional.

Avatar de Mireya Batún Betancourt