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¡Me quito el sombrero!

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Hace poco escuchaba en la televisión un análisis de la responsabilidad de los hombres no solo en el hogar (le llamo tareas domésticas) sino con la familia – esposa, hijos, nietos – donde el espectro de funciones se amplía considerablemente: estudio (tareas, desempeño, asistencia, sus compañeros/as de clase, calidad de los docentes, textos, uniforme, etc.), compartir la problemática de quienes trabajan en cuanto a logros, problemas y soluciones, la alimentación, transportación, compras necesarias.

De varias personas entrevistadas siempre abordando el rol del hombre, una criticaba el poco apoyo (Definición de apoyo: Persona o cosa que ayuda a alguien a conseguir algo o que favorece el desarrollo de algo) en la familia ¿Reflexionando? Según esta definición, que ayuda… lo interpreto como que hay alguien que lidera y ¡no es el hombre!, en conclusión: es un simple colaborador, que ayuda; otra señora y me llamó la atención fue: “Yo no estoy de acuerdo con ella…”, porque hay hombres que hay que quitarse el sombrero”

No era primera vez que la escuchaba, pero si bien era una expresión que en lo personal interpretaba como alguien diferente a lo común, excepcional; dicen los estudiosos que desde la época de los Asirios (conjunto de pueblos nómadas de origen semita que se desplazaban por lo que es conocido hoy como Medio Oriente (1814-609 a.C.) ), pasando por las épocas de los griegos y los romanos, todos estos pueblos tenían en común el despojarse de alguna prenda como muestra de respeto y en particular el sombrero el cual constituía una muestra de cortesía y respeto hacia las personas a las que saludaban.

Trasladándonos al siglo XXI, en el presente la señora en cuestión alababa que hay personas del sexo masculino que salen de lo común, en el hogar, en la familia y que a la par de su esposa, compañera, previo compartimiento de tareas, funciones y porque no, padres solteros.

Queda claro que el rol – durante siglos, con sociedades machistas inclusive vigentes – de las féminas es insuperable en “multiplicarse”, cuando atienden el hogar, su trabajo, hijos o nietos, a usted. 

Hablar o mencionar que las mujeres son mucho más competentes en todos los quehaceres antes mencionados que los hombres, es una realidad, es más, me atrevería a pensar que no sobrepasan los dedos de una mano los hombres que me contradicen o lo puedan negar (espero que en este momento el sexo femenino que está leyendo este artículo me aplauda o afirme con su cabeza, en señal de estar de acuerdo)

Ante esta diatriba, entiéndase debate, sin llegar a injurias y calumnias la posible solución (destaco posible) es sentarse – sino lo ha hecho antes – en compartir responsabilidades, ¿negociación?, ceder si es necesario. No se sienta mal esposo, abuelo, padre, no. Recuerde que la vida es una sola, corta y hay que saber navegar en el marco de la felicidad.

Sí alguien lleva “los pantalones” – ¿y por qué no faldas? – es la mujer, siéntase feliz. ¡Nada, sencillamente son insuperables!

Nota final: los likes o me gusta posibles, así como las opiniones nos dirán hacia donde se inclina la balanza. ¿Ganadores/as?

TEXTO PARA COLUMNISTA

Ernesto González Valdés

Nació en la ciudad de La Habana, Cuba y es nacionalizado Nicaragüense tiene estudios superiores de Licenciatura en Pedagogía y posgrados en Química Orgánica y elaboración de materiales didácticos.

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