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El mayor peligro nacional actual

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Actualmente, en nuestro país, en este mismo momento, el mayor peligro inmediato nacional; aquel que amenaza con extinguir la ya mísera incertidumbre jurídica, y consumir el tesoro público para alimentar el cenagoso populismo y la pantanosa demagogia, y multiplicar el parasitismo económico de los desgraciados hijos de la molicie, la irresponsabilidad, la vileza del alma y el resentimiento; aquel que amenaza con detener la inversión, la producción y la creación de oportunidades de trabajo; y crear un apéndice del destructor socialismo bolivariano; aquel que amenaza con dificultar y hasta impedir la prosperidad, e instaurar un insolente imperio de la pobreza erigido sobre la pobreza que ya sufre una gran proporción del pueblo; y consumar, hasta los cimientos, la corrupción de los poderes del Estado; ese gran peligro inmediato es Sandra Torres.

Ese peligro consiste en que Sandra Torres es el candidato presidencial que tiene una notable mayor proporción de intención de voto favorable. Es explicable tal ventaja, luego de que fue eliminada la candidatura de Thelma Aldana, que pretendía incumplir un requisito legal y que era objeto de una orden de captura; y luego también de que fue eliminada la candidatura de Zury Ríos por ser presuntamente sujeto de una prohibición ordenada por la Constitución Política; prohibición que fue interpretada de modo tal que fuera expulsado un candidato que hubiera derrotado con humillante holgura a Sandra Torres.

Puede argumentarse que Sandra Torres no podrá obtener la mayoría absoluta de votos y que, entonces, tendrá que haber una nueva elección, en la cual la mayoría de electores no votará por ella, sino que se unirá para derrotarla, y el ganador será su contendiente. No importará quién sea ese contendiente, ni la proporción de votos que hubiera obtenido en la elección anterior. Importará que ella no sea electa. La argumentación puede ser válida; pero, actualmente, el peligro subsiste. La improbabilidad no es imposibilidad. Es decir, aunque sea probable su derrota en una nueva elección, su triunfo no es imposible.

Hay una proporción de electores cuya intención de voto en favor de Sandra Torres es rígida, es decir, no están dispuestos a desistir de esa intención. Creo que esa proporción está constituida principalmente por aquellos hijos de la molicie, la irresponsabilidad, la vileza del alma y el resentimiento; aquellos mismos que jamás trocarán su molicie por un decoroso valor social; ni su cómoda irresponsabilidad por una sensata responsabilidad; ni su vileza del alma por la noble consciencia moral; ni su despreciable resentimiento por el honesto reconocimiento del mérito ajeno. Creo que ningún recurso será útil para disuadir a ese ominoso capital electoral filial.

Que Sandra Torres sea el más grande peligro inmediato no implica que, si fuera electa, su ejercicio del poder presidencial sería ilegítimo. Precisamente el peligro surge porque sería legítimo. Y ella podría apelar a esa legitimidad para ejercer, con terrorífica plenitud, su poder destructor, auxiliada por legisladores y jueces que, gratificados suficientemente, convertirían la legislatura en servidumbre, y la judicatura en complicidad

No es mi propósito, en esta ocasión, proponer acciones para eliminar el peligro. Es mi propósito únicamente contribuir a que sea reconocido. Creo que ese reconocimiento debe ser, no un presentimiento nebuloso, confiado en un acontecer afortunado, sino una lúcida consciencia de la probabilidad de una catástrofe nacional, peor que un pavoroso sismo, o que una arrasadora erupción volcánica, o que una furiosa tormenta tropical.

Post scriptum. El ser humano es naturalmente ambicioso; pero la ambición, aunque tienda a ser ilimitada, debe estar sometida al derecho. Creo que la ambición de Sandra Torres es capaz de aniquilar el derecho y brindar un ejemplo de aquel “dictum” de Hermann Göring, uno de los líderes del nacional-socialismo alemán: “El derecho es lo que nos place.”

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