Elecciones atípicas
Divi Filius
Sin duda alguna las elecciones generales del año 2019 serán atípicas. De hecho ya lo están siendo. Habría que mencionar para empezar, la judicialización de las candidaturas (tanto presidenciales como parlamentarias). Un fenómeno no visto con anterioridad y que ha tenido un fuerte impacto en el proceso de la actual elección.
Los partidos políticos afectados por el veto judicial a sus candidaturas (particularmente candidaturas a presidente) no pudieron iniciar la campaña electoral con normalidad y debieron de alguna manera reconfigurar su comportamiento de campaña. Lo cual en esencia no significa otra cosa más que el retardo de los partidos políticos para impulsar los esfuerzos que significan propiamente, el posicionamiento de los candidatos. Su exposición no es la misma, su estructura discursiva debe partirse para atender ´lo contingente´ y el contenido original del plan de campaña se deja de lado. La exposición mediática no es la misma.
Todo lo anterior, no se puede negar que repercute en el comportamiento del elector.
Cual primer síntoma, la apatía electoral. A menos de un mes de las elecciones, no hay una efervescencia electorera. Todo lo contrario, si nos dijeran que faltan menos de 4 semanas para la primera vuelta de las elecciones generales nadie lo creería. Y esta apatía electoral, se refuerza con un universo de oferta política propia de un contexto donde se ha creído equivocadamente, que a mayor número de partidos políticos la democracia es mejor. Pero resulta lo opuesto, que la volatilidad electoral (la incapacidad para definir tendencias claras de preferencia electoral) hace inestable a cualquier democracia y acostumbra a los electores a pensar que resulta perfectamente normal el tener tantos partidos políticos.
Así las cosas, cuando las candidaturas no se definen en los tiempos prudenciales, cuando se intenta pelear en el judicial en lugar de las urnas, o cuando hay un enorme número de partidos políticos desconocidos en conjunto con un enorme número de nombres que nada dicen al mercado electoral el resultado no puede ser bueno. Interesantemente, la democracia guatemalteca rompe la frontera de los 30 años pero muestra síntomas claramente propios de una democracia que viviera su primera década: Los partidos políticos no tienen arraigo, el mercado electoral está fragmentado al extremo y las reglas del proceso político se aplican de forma personalizada. Entonces, cual colofón, las elecciones terminan siendo un proceso mecánico, una rutina y al final, algo de lo cual muchos ciudadanos podrían perfectamente prescindir. Sobre todo en un contexto donde la cultura política no fomenta el debate informado.
Con estas características, la elección presidencial del 2019 simplemente pinta para ser un espacio donde se expresen las emociones y la irracionalidad.
Muy mal resultado final para una elección que toma lugar más de 30 años desde que se retornó a la democracia.
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