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Carta a magistrados del TSE

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El Tribunal Supremo Electoral pudo haber actuado o no actuado fraudulentamente; y hay una controversia sobre esa cuestión. Empero, hay tres hechos. Son hechos. No son interpretaciones. Ellos son, primero, ese tribunal ya reconoció que Sandra Torres y Alejandro Giammattei fueron los candidatos que obtuvieron más votos; segundo, ese mismo tribunal ha convocado ya oficialmente a una nueva elección, el próximo 11 de agosto; y tercero, únicamente, solamente, exclusivamente, hay dos posibilidades: gana Sandra Torres o gana Alejandro Giammattei.

Tales son, insisto, los hechos. ¿Cómo tendríamos que actuar quienes creemos que el gobierno de Sandra Torres, reforzado por una temible tropa legislativa, es un peligro, por ejemplo, de conversión de nuestro país en un dócil feudo del venezolano socialismo bolivariano del extinto Hugo Chávez y de su sucesor Nicolás Maduro?

Una primera opción es abstenerse de votar. Sandra Torres agradecerá esa abstención, porque contribuirá a reducir el número de votos que obtendría su contendiente. Una segunda opción es el voto nulo, que ya no tiene validez jurídica en esta nueva elección, y ganará quien obtenga más votos. Sandra Torres también agradecerá esa anulación del voto, por la misma razón que agradecerá la abstención de voto. Ambas opciones tienen un atributo común: incrementan la probabilidad de triunfo de Sandra Torres. Una tercera opción es votar por su contendiente, y reducir la probabilidad de que ella pueda ganar la elección. Es la mejor opción. Es la más promisoria opción para contribuir a su derrota.

Podemos argumentar que el Tribunal Supremo Electoral, en el supuesto de que ha actuado fraudulentamente, repetirá tal actuación en la nueva elección presidencial. Entonces… ¿para qué votar? ¿O para qué emitir un voto válido? Examinar este argumento exige serenidad, y refutarlo reclama honestidad.

Comencemos por reconocer que la abstención de voto o la anulación del voto no puede impedir esa actuación fraudulenta. Es imposible, por supuesto, que pueda impedirla. Sin embargo, esa abstención o esa anulación podría, por reducir el número de votos en favor del contendiente, simplificar la actuación fraudulenta porque habría que alterar precisamente un menor número de votos. Empero, la cuestión principal es que podría no ser necesaria una actuación fraudulenta, porque Sandra Torres, por la abstención de votar o por la anulación del voto de sus adversarios, podría realmente ganar la elección.

Puede colegirse, entonces, que no abstenerse de votar, ni anular el voto, sino votar por el contendiente de ella, es mejor que peor porque no se simplifica el fraude y el producto de la elección fraudulenta puede ser impugnado con más fundamento; o porque se evitaría que Sandra Torres realmente ganara, es decir, de manera no fraudulenta. Entonces, por ejemplo, un obligado recuento de votos confirmaría el triunfo de ella, y la derrota de su contendiente.

Creo, pues, que aunque hubiera una intervención fraudulenta para beneficiar a Sandra Torres, la abstención de voto o la anulación del voto equivalen a cooperar en esa intervención; y que votar por el contendiente de ella reduce la probabilidad de que ella triunfe, y dificulta, más que facilita, esa misma intervención.

Reitero que Sandra Torres es el mayor peligro nacional actual; pero creo que debemos actuar para evitar que esa ya ominosa probabilidad pueda ser una espantosa realidad. Y nuestra primordial actuación es votar por el contendiente, y necesariamente por él porque ahora no hay otra opción electoral.

He afirmado que Sandra Torres es un peligro, es decir, una probabilidad de daño; pero nunca he afirmado que esa probabilidad es necesidad. Resistamos a esos predicadores que creen que esa probabilidad es necesidad. Podemos derrotar a Sandra Torres; pero, reitero, no con abstención de voto, ni con anulación de voto.

Post scriptum. Y si no logramos derrotarla, por lo menos nuestra consciencia moral no nos reprochará haber sido negligentes o irresponsables precisamente cuando la patria demandaba angustiosamente diligencia y responsabilidad.

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