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El caso Mayerling, ¿real suicidio?

Editado Para La Historia

– ¿Quién toca la puerta?

– Su alteza Imperial, Príncipe Heredero de Austria, Príncipe Real de Hungría, Bohemia, Lombardía y Venecia, Dalmacia, Croacia, Eslovenia, de Galicia y Liria, Caballero de la Orden del Toisón de Oro, Inspector General de la Infantería Imperial y Archiduque Rodolfo de Habsburgo

– No te conozco.

En el pasado ya utilicé palabras similares. Es la tradición para que los restos mortales de un miembro cercano de la Familia Imperial de los Habsburgo hagan su última entrada a la Capilla de los Agustinos, en Viena, donde reposan todos los antiguos emperadores y miembros de su familia. Pero esta vez no fue por Sissi, sino por su hijo Rodolfo, que la precedió por 8 años. La muerte de Rodolfo ha hecho derramar litros de tinta y, a pesar de que se produjo en el año 1889, hoy nadie puede dar una versión fidedigna de lo que pasó aquella fría noche del 30 de enero de 1889. Este es el conocido Caso Mayerling

En primer lugar, debemos reconocer la envergadura de esta muerte. Rodolfo era el único hijo heredero del imperio de los Habsburgo consolidado desde la época de su ancestro Carlos I de España y V de Alemania. Era hijo del emperador Francisco José I y de Elizabeth de Baviera (Sissi). Tenía otras dos hermanas, pero en el Imperio austrohúngaro prevalecía la ley sálica, por lo que el varón estaba destinado a reinar. Al descubrirse su cadáver esa noche de enero de 1889, Rodolfo no estaba solo. A su lado estaba el cadáver de la joven baronesa María Vetsera con tan solo 17 años.

La Casa Imperial dio sucesivamente tres informaciones diferentes sobre la causa de la muerte del heredero. En la primera, el mismo día de su muerte, se hablaba de un ataque de apoplejía; el segundo día se habló de una crisis cardiaca y solo el tercer día se mencionó el suicidio en un acto de locura. Ya en esa época el mundo estaba comunicado por cables de telégrafos que permitían transmitir casi instantáneamente las noticias y la noticia fue una conmoción internacional. Solo Dios sabe lo que ocurrió en la propiedad de caza de Mayerling, a 30 km de Viena. Todas las hipótesis quedan abiertas, pero recordemos antes lo que ocurrió esa noche y antes para tener una idea de los acontecimientos

Durante el mes de enero de este 1889, Viena se encontraba en el apogeo de su gloria, capital de un gran Imperio donde se hablaban 15 idiomas y se profesaban 5 religiones diferentes. Los palacios, los teatros y en la Ópera celebraban fastuosas fiestas donde se bailaban valses y polkas al ritmo de la orquesta de la familia Strauss. El día primero de febrero llega la noticia de la muerte de Rodolfo. El futuro emperador ha muerto.

Los restos mortales del príncipe se presentan, pero con una escenografía contraria a las tradiciones. El cuerpo se encontraba sobre un catafalco muy alto y distante del público, cubierto por flores a partir de la cintura, la parte superior del cuerpo adornada por arecas y, algo insólito, llevaba guantes blancos, que no correspondía con la usanza de un funeral imperial. Todos se preguntaban por qué Rodolfo llevaba guantes blancos. Podremos entender que, con todos estos ingredientes, la prensa hizo del caso una verdadera novela macabra. Para sus funerales toda la ciudad se paraliza. Hasta la Bolsa cierra. A pesar del intenso frío de febrero en Viena todos se agolpan en el trayecto por donde pasará el sarcófago del que hubiera sido su emperador.

Se sabía que dos días, antes de salir para su residencia de caza en Mayerling, el príncipe regente había asistido a una recepción dada por la embajada de Alemania en Viena con motivo del cumpleaños del káiser Guillermo II. A esta recepción fue acompañado no por su esposa Stephania, sino por la joven baronesa María Vetsera. Durante la recepción se le vio de buen humor y en aparente buen estado de salud, lo que contradice la tercera versión de “un ataque de locura”.

Cuando el joven Rodolfo nació en 1858 ya su padre reinaba desde hacía 10 años y ya su madre se había alejado de su marido, de quien estaba profundamente enamorada, porque Sissi no soportaba los rigores de la etiqueta de la corte vienesa. Siempre encontraba una excusa para salir de viaje y recorrer Europa en su vagón de tren personal. Francisco José era un mulo de trabajo, siempre ocupado y vestido en traje militar, de fuerte carácter y Sissi ausente de palacio ocupada en sus viajes. Rodolfo siempre trató de encontrar amor y reconocimiento en su padre. El niño fue criado de la forma más cruel por un preceptor militar que lo despertaba de madrugada para que se revolcara en la nieve, bañarse con agua fría y disparar con un revólver a su lado con el fin de endurecerlo, aunque el resultado fue todo lo contrario. El pequeño Rodolfo vivía aterrorizado, carácter que mantuvo hasta el final de su vida. Fue Sissi, su madre, la que le dio un ultimátum a su marido diciéndole que si no cambiaba el preceptor que tanto maltrataba a su hijo sería ella la que se alejaría por siempre de Viena. Ante tamaña amenaza se le pusieron al niño nuevos preceptores, más bien liberales, que le enseñaron lenguas vivas, geografía, literatura, filosofía y política siendo un excelente estudiante. Fue así que el chico comenzó a tener simpatía por la democracia en un imperio donde su padre era gobernador absoluto. Por su parte, Sissi, que había sido la mujer más hermosa de Europa, era anoréxica, pesaba 52 kilos y medía 1,72. Vivía esclava de su belleza y de su cuerpo. En cada uno de sus palacios tenía un gimnasio para mantenerse en forma y renegaba enfermizamente envejecer. Ya no quería que nadie la viera y observara los estragos de la edad. Sonreía apenas para que nadie viera sus dientes cariados.

El emperador ignoraba los deseos de su hijo de participar en política, siempre quiso que Rodolfo se ocupara más de las cuestiones militares mandándolo como jefe de batallón a Praga, cuando lo que deseaba Rodolfo era participar en el Consejo de Ministros para estar al tanto de las cuestiones políticas.

A los 22 años se casa con Estefanía, hija del rey de los belgas, única princesa que por cuestiones de protocolo y religión podía casarse con un Habsburgo por ser descendiente de los Sajonia-Coburgo-Gotha. De este matrimonio nació una hija pero, como el matrimonio no fue por amor, pronto Rodolfo se cansó de su compañía. Era demasiado seria para ser la compañera de Rodolfo. La propia Sissi la llamaba “la campesina flamenca”. Rodolfo, que era un librepensador, se alejó de ella buscando refugio en otras mujeres, en particular aquellas de la vida fácil, en lupanares de la capital. Se le veía con frecuencia en bares y casas de chicas o del brazo de Mitzi Gaspar, famosa cortesana de la época. Estefanía sabía de las andadas de su marido, lo que causaba serias discusiones en el matrimonio. Todo se complicó cuando en 1886 el príncipe contrae sífilis que le transmite a su esposa y que la deja estéril por el resto de su vida.

Rodolfo se trataba su enfermedad venérea con morfina, utilizando dosis cada vez más fuertes, haciendo de él un drogadicto melancólico, poco seguro de sí. Después de la muerte de Rodolfo Mitzi Gaspar dijo a la prensa que un año antes éste le habría propuesto un pacto suicida.

La tercera versión de suicidio en un acto de locura estaba, a todas luces, destinada al Vaticano para que permitir a Rodolfo obsequias religiosas y enterrarlo como miembro de la familia Imperial en la cripta de los Capuchinos. Esto era de gran importancia para Francisco José que no solo era muy católico, sino que, entre sus títulos, llevaba el de Rey de Jerusalén.

Quienes conocían a Rodolfo sabían que él podía ser depresivo, pero en ningún caso suicida. Desde las primeras horas de saberse su muerte, la policía secreta dio orden de eliminar toda traza de la presencia de María Vetsera en la residencia de caza del príncipe. El Emperador a toda costa quería evitar el escándalo de la vida disoluta de su hijo y único heredero. La policía secreta tocó la puerta de la casa de la madre de María obligándola a abandonar Viena de inmediato en un tren de noche a ella reservado para partir a Italia y, desde Venecia, anunciar la muerte de su hija en esta ciudad.

Por su parte, el cadáver de María fue retirado de noche en un carruaje, sentada como si estuviera borracha, cosa que no era muy fácil debido a la presencia de periodistas, curiosos y pobladores de Mayerling a las afueras de la residencia. María era vienesa, hija de un banquero adinerado, el Barón Vetsera, y de su hermosa esposa, Elena, procedente de una adinerada familia de Constantinopla. Elena fue famosa en Viena por su belleza y por sus numerosas relaciones extraconyugales. Su objetivo era ascender socialmente para ser recibida en la corte. Se comentaba que había sido amante del propio Rodolfo y también del Emperador. Su deseo era bien casar a María con algún rico noble vienés y así tener acceso a la corte. Pero el corazón de María ya tenía dueño. En unas carreras de caballo, siendo todavía una joven adolescente, vio al joven Príncipe y allí decidió ser su amante. En la inauguración de la Opera de Viena logró llamar la atención de Rodolfo. A la mañana siguiente María le escribió al príncipe una ardiente carta de amor a la que este correspondió invitándola a su apartamento de soltero que había conservado.

A pesar del libertinaje de su propia vida, Elena quería conservar la virtud de su hija, por lo que María tenía que agenciárselas para encontrarse en secreto con su amado Rodolfo en su apartamento. Una noche que se presentaba la tetralogía de los Anillos del Nibelungo de Wagner, gran evento musical y mundano en Viena, ella encontró todo tipo de pretextos para lavarse la cabeza tardíamente y con ello tener la excusa de no poder asistir a la ópera. Apenas salió su madre ella saltó en un coche para ir al encuentro de su amado. María y Rodolfo solo se habrían encontrado unas 10 veces antes de la fatídica noche de su muerte. Aparentemente el 13 de enero de 1889 ella finalmente se le entregó porque se encontró una carta suya en la que decía: Anoche ambos perdimos la cabeza, ahora nos pertenecemos uno al otro, en cuerpo y alma. Y para inmortalizar esa fecha María le regaló a Rodolfo una pitillera para cigarrillos en la que grabó “13 de enero. Gracias al fabuloso destino”. Pero, ¿el príncipe compartía esta pasión? Se sabe que Rodolfo quiso separarse de su esposa que ya era estéril y para ello presentó una solicitud al Papa. ¿Eso significa que quería casarse con María?

Cuatro días antes de los acontecimientos de Mayerling, Rodolfo fue recibido en audiencia por su padre, reunión que fue extremadamente violenta, aunque nunca nadie sabrá sobre qué discutieron padre e hijo. Lo que sí se sabe es que le dijo: –Tú no eres digno de reemplazarme. ¿Esto significa que Francisco José supo que su hijo la había escrito al Papa? ¿Rodolfo se dio cuenta de que el matrimonio entre ambos era imposible y por eso decidieron ambos irse a la muerte junto a María? Eso es lo que hacen pensar las cartas que ambos escribieron a sus seres queridos. María le escribió a su hermana, donde le dijo que estaba feliz de abandonar este mundo e ir al otro con su amado. Por su parte, Rodolfo dejó 6 cartas Solo queda la que le escribió a Estefanía, las otras fueron cuidadosamente quemadas.

En cuanto a los objetos materiales que hubieran podido dar explicaciones sobre lo que ocurrió esa noche del 30 de enero de 1889 en aquel dormitorio fueron desaparecidos por la policía. La cama, las cortinas, todos los objetos que amueblaban la habitación fueron quemados por orden del emperador. ¿Estaba tan profundamente trastornado el emperador por la sucesión de acontecimientos que hizo destruir completamente aquella habitación? Francisco José regaló el pabellón de caza a los hermanos carmelitas para que rezaran eternamente por el alma de su hijo. El emperador llamó personalmente a cada uno de los testigos, directos e indirectos, y les hizo jurar con la mano sobre la Biblia, y de rodillas ante Su Majestad, conservar eterno silencio sobre lo que hubieran podido saber de los sucesos de aquella noche. Pero ¿este silencio era para conservar la dignidad de la dinastía o para ocultar un secreto aún más horrible? Resulta que 30 años más tarde, una vez muerto el emperador, las personas empezaron a hablar y casi todos pusieron en duda la versión del suicidio. En primer lugar, estaban aquellos que vieron el cadáver de Rodolfo de cerca hablan de un cuerpo lleno de moretones. Sus propias hermanas se cuestionaban el porqué de los guantes y observaron que los guantes no contenían ninguna mano. ¿Significa que se defendió Rodolfo contra algún agresor y en la trifulca perdió las manos? Los aldeanos de Mayerling tampoco creen en la tesis del suicidio. Muchos decían haber escuchado ruidos como de pelea, muebles y cristales rotos. Por su parte, el Agente de justicia que vino a levantar acta de lo que veía dice que tuvo que levantar las tablas del parqué, que estaba inundado de sangre (lo que no correspondía con la versión del suicidio) y hasta encontró pedazos de carne que quizás corresponderían a las manos desgarradas de Rodolfo. En las paredes había una gran cantidad de impactos de bala, la empuñadura de la ventana estaba rota y la ventana había sido violentada por fuera. Todo esto hace pensar que realmente hubo un asesinato. Esto es lo que el emperador le habría escrito al Papa León XIII en un telegrama cifrado en el que le decía que su hijo no se había suicidado, sino que había sido asesinado, así fue como el Papa dio la bendición para los funerales católicos. Pero, de ser así, ¿por qué ocultarlo?

En los círculos diplomáticos desde el primer momento se habló de la tesis del asesinato. En Inglaterra reinaba la reina Victoria que sentía un gran cariño por el joven Rodolfo y ella llamó inmediatamente a su Primer Ministro quién le informó que los servicios secretos ingleses tenían la prueba de que se trataba de un asesinato. El Nuncio apostólico en Viena señalaba que el revólver que encontraron al lado de la cama de Rodolfo no era el suyo y que las 6 balas disparadas tampoco eran del revólver del príncipe. Por otra parte, la herida de María no se encontraba en la sien sino en la cúspide del cráneo. Pero, si aceptamos la tesis del asesinato en ese caso habría que preguntarse ¿quién y por qué razones?

Sabemos que Rodolfo tenía la misión de escribir una enciclopedia ilustrada sobre la historia de la familia Habsburgo, pero Rodolfo era un hombre liberal y escribía artículos que nada tenían que ver con su posición y rango en un periódico republicano y anticlerical. En este diario de oposición, y cubierto por su pseudónimo, Rodolfo pedía reformas sociales, criticaba los privilegios de la nobleza, pero también la política imperial de su padre. Recordemos que en ese momento había grandes disputas entre las nacionalidades del imperio, por ejemplo, los checos tenían celos de los húngaros porque estos tenían su propia Constitución y su propio Parlamento, Francisco José y Sissi habían sido coronados reyes de Hungría en Budapest y no habían querido coronarse como reyes de Bohemia en Praga. Rodolfo realmente quería cambiar toda esta situación y modernizar la monarquía. Los Balcanes eran un barril de pólvora donde podía comenzar un gran conflicto mundial (como ocurrió 25 años más tarde al estallar la Primera Guerra Mundial). Rodolfo también criticaba la política diplomática de su padre.

En estos momentos, Austria era aliada del Imperio Alemán y de Italia y lo que quería Rodolfo era acercarse más bien a Francia, cuya democracia admiraba, y a Rusia. Incluso recibió secretamente a Clemenceau, gran político de centro izquierda y que más tarde sería el artífice de la victoria francesa en la Primera Guerra Mundial. Por otra parte, Rodolfo tenía grandes reservas respecto a Guillermo II, el káiser alemán, por considerarlo demasiado belicista. No debemos olvidar que Francia había tenido una cruenta guerra con Prusia en 1870 que había causado el derrocamiento de Napoleón III y la pérdida de los territorios de Alsacia y Lorena.

La preocupación de Rodolfo por el destino de su país apuntaría a la tesis del asesinato. Por otra parte, Bismarck, el canciller de Guillermo II, recelaba que Rodolfo pudiera llegar a gobernar el país, aliarse a Francia y a Rusia y cercar Alemania con países contrarios a su política expansionista. Los aldeanos de Mayerling dijeron que varios días antes de los acontecimientos vieron a 3 personas con un fuerte acento prusiano en los alrededores del pabellón y que dijeron estar de caza. En 1916, el secretario personal de Rodolfo, bajo un pseudónimo, escribió un libro en el que narraba los últimos días del príncipe. En ese libro explicó haber visto un año antes de la muerte de su patrón cartas en las que se imitaba la caligrafía del príncipe. ¿Serían cartas hechas por los servicios alemanes? ¿Sería su autor quien escribió las 6 cartas que Rodolfo dejara a sus seres queridos explicando las razones del suicidio y así maquillar el asesinato? ¿Sería por esta razón que Francisco José quiso ahogar el asunto sabiendo pertinentemente que su imperio estaría en desventaja ante una eventual guerra con Alemania?

En 1982 regresó a Viena la última Emperatriz de Austria Hungría y viuda del último emperador Carlos IV, Zita de Borbón-Parma. Carlos fue obligado a abdicar al término de la Primera Guerra Mundial y a refugiarse en la isla de Madeira donde murió de tuberculosis en 1922. Una vez Zita en Viena, de donde estuvo ausente por más de 60 años, ante el estupor de la prensa decidió hablar por primera vez sobre la muerte de Rodolfo. Según Zita su marido habría sabido por boca del propio emperador que Rodolfo había sido asesinado pero que, por los intereses supremos de la nación, se había tenido que maquillar en suicidio. Pero Zita no apuntó a los intereses alemanes sino a los propios de Austria. Zita narró que había un grupo de personas que formaban un complot para derrocar a Francisco José y poner a Rodolfo en el trono de Hungría y a su primo hermano, Juan Salvador, en el trono de Austria, pero, al no aceptar Rodolfo complotar contra su propio padre, fue castigado con la muerte. Lo cierto es que, pocos meses después de la muerte de Rodolfo, Juan Salvador renunció a todos sus derechos al Trono, cambió de nombre y partió a Argentina, donde se lo tragó la historia.

Los historiadores esperaban el momento en que se desclasificara la documentación referente a este caso, pero cuando se abrieron las cajas de los archivos con gran sorpresa vieron que estaban absolutamente vacías. Nada que tenga que ver con Rodolfo ni con su muerte ha sido descubierto posteriormente. Lo único que queda es exhumar los restos de Rodolfo que se encuentran en un sarcófago entre el de su padre y de su madre, pero para ello habría que obtener el permiso de los actuales Habsburgo, que son muchos, el permiso del Jefe de Gobierno de Austria, el del Presidente de Austria y el permiso del Parlamento. Ardua tarea. Nadie quiere que se hable más del caso Mayerling. Con relación a la tumba de María, esta fue severamente dañada durante los bombardeos soviéticos a Viena al final de la Segunda Guerra, fueron profanados en varias ocasiones y nada permitiría llegar a ninguna conclusión. Esta historia ha sido el tema de varias versiones cinematográficas, una de ellas por Omar Sharif y la bella Catherine Deneuve. También ha servido de argumento para una obra del Royal Ballet de Londres.

El caso Mayerling quedará cubierto por las brumas de los altos intereses y por las múltiples versiones que de él se han tejido.

TEXTO PARA COLUMNISTA

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Franck Antonio Fernández Estrada

traductor, intérprete, filólogo ([email protected])

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