Un superministro

Hablar de Sydney Samuels es hablar de un ministro de lujo en el gabinete de gobierno, no solo por sus altos méritos académicos y su experiencia profesional, sino por su intenso trabajo en un área de tantas urgencias críticas como es la protección del ambiente y los recursos naturales. La realidad ambiental de Guatemala es desastrosa, dramática, desde cualquier arista. Se necesita un ministro que conozca esa problemática y trabaje las soluciones, en conjunto con otros actores y sectores. Un ministro con liderazgo,  entusiasmo, decisión. Ese es Samuels.

Pocas veces elogiamos a un funcionario cuando se moja los pantalones para cruzar el río. El actual ministro de Ambiente es una de esas excepciones. Lo hemos visto haciendo visitas a los alcaldes, dialogando con autoridades y líderes locales, sobre las mejores acciones a tomar en la problemática ambiental. Saltan a la vista temas comunes. Contaminación generada por los residuos y desechos sólidos, dificultades para la construcción de plantas de tratamiento de aguas, contaminación por basureros ilegales, la deforestación y la situación insostenible de los ríos. En otros casos los recursos que pueden interponerse contra la minería y las hidroeléctricas

Tiene razón Samuels en tocar la fibra de los municipios, donde está la gran posibilidad del desarrollo o bien el estancamiento social de la población. Depende de hacia dónde quiera ir el Concejo Municipal. “Aquí el basurero está cerca del campo de futbol porque no hay río”, dijo un alcalde. O sea que para muchas mentalidades los ríos, lagos y lagunas, son simples desagües. Se calcula que el 90 por ciento de esos mantos acuíferos está contaminado por desechos industriales y domésticos. Hoy la mayor parte de los ríos y lagunas son cloacas. Hace unos 30 años estas vertientes eran inspiración de poetas, lugares de esparcimiento y de nutrición. ¿Quién no regresaba con una matatada de pescados y cangrejos para alimentar a la familia dos y tres días? Actualmente la deforestación y la contaminación han propiciado la pobreza y la extrema pobreza.

En maratónicas jornadas el ministro de Ambiente visita los departamentos con el propósito de escuchar los problemas ambientales que aquejan a cada población, dialoga con los jefes ediles y les propone acciones para mejorar la situación ambiental del país. También ha convocado encuentros con las comunidades, autoridades y líderes para reencauzar los ríos, desviados hacia los ingenios azucareros y plantaciones de palma. Por cierto, nadie obliga a nadie a no contaminar ni desviar los ríos. ¿Y el Ministerio Público? ¿Y los Concejos Municipales? ¿Y las Gobernaciones?

Han surgido alianzas importantes, como la de Xayá-Pixcayá, impulsando campañas de reforestación, ferias del agua y caminatas. Es necesaria la conciencia, pero a la vez hay que cumplir y hacer que se cumpla el ordenamiento jurídico en materia de contaminación, protección y mejoramiento del ambiente y los recursos naturales. La crisis ambiental es el resultado de la impunidad.

Tiene razón Samuels en tocar la fibra de los municipios, donde está la gran posibilidad del desarrollo o bien el estancamiento social de la población