Columnas

Mentiras sobre los Papeles de Panamá

Estoy impresionado de las mentiras que se propagaron con relación a los famosos Papeles de Panamá.  El público en general y una enorme mayoría de periodistas han aprovechado la ocasión para echar leña al fuego a  cualquier nombre que aparezca en esos famosos documentos del bufete de abogados Mossack Fonseca. Son tildados de evasores de impuestos, lavadores de dinero, ladrones o corruptos.

No es ningún delito que una persona abra una empresa y una cuenta monetaria en otro país.  Quienes tienen cierta cantidad de ahorros,  pueden disponer de su dinero como mejor les plazca. Así como no es delito abrir empresas y cuentas en otro país, no lo es comprar acciones de empresas del extranjero y muchas operaciones adicionales que se realizan a diario en las bolsas de valores de todo el mundo.

Los mal llamados “paraísos fiscales” son, en realidad, países donde hay facilidad de apertura de empresas, seguridad jurídica para mantenerlas y la tributación es menor a la de los “infiernos fiscales” donde la tributación es muy alta.  Lo lógico es que si alguien quiere guardar su dinero de estos “infiernos fiscales” busque un lugar seguro, con bajas tasas impositivas y una gran estabilidad jurídica.  Esto es natural y no tiene nada de malo.  En cuanto a seguridad jurídica para mantener su dinero, las personas huyen de aquellos países que han confiscado los dólares, retenido parte de los mismos o incluso, gravado las transacciones monetarias.

Los países considerados “infiernos fiscales,” en vez de competir por los capitales que van a esos países con menores tasas impositivas, lo que buscan es asociarse con los demás países que tienen altas tasas impositivas y desprestigiar a quienes son más competitivos que ellos.

A esto le llaman “armonización de impuestos” (taxes harmonization).  Lo malo es que la famosa armonización funciona incrementando impuestos para igualarlos al más alto y no al revés.  Estos países actúan como un cártel y presionan a los demás, desprestigiándolos y haciendo que suban los suyos.

Se dice que el dinero que va a las cuentas de estas empresas no ha pagado impuestos.  No se puede generalizar esto.  Es posible que algún dinero provenga de no pagar impuestos o de lavado de dinero por actividades consideradas ilícitas.  Sin embargo, esto debe ser mínimo entre todas las cuentas y empresas denominadas off shore. Los ahorros sólo pueden obtenerse de ingresos no gastados.  Para obtener estos ingresos, la gente trabaja o recibe dividendos de las utilidades de las empresas que maneja o un salario o ha tenido que vender algunos activos o ha recibido alguna herencia.  En fin, ese dinero tributó en el país de origen.  Ese dinero, desde  ningún punto de vista,  ni es lavado de dinero,  ni evasión, ni nada por el estilo.

Entonces, ¿Por qué políticos y periodistas han generalizado indicando que quienes tienen estas empresas y cuentas en el extranjero son peor casi que cualquier asesino?  ¿No tiene derecho además una persona a invertir sus ahorros fuera de su país, en un país más seguro que, por ejemplo, Guatemala, donde da miedo llegar al banco y tener algo de dinero en una cuenta debido a posibles extorsiones y secuestros?

El doctor en Economía, Juan Ramón Rallo, del Instituto Juan de Mariana, en España,  acaba de publicar en La Razón un excelente artículo titulado “En defensa de los paraísos fiscales” (http://juanramonrallo.com/2016/04/en-defensa-de-los-paraisos-fiscales/).  Recomiendo totalmente su lectura y termino aquí con la conclusión de su artículo: “En suma, los paraísos fiscales promueven el crecimiento económico, la calidad institucional y una menor tributación global. Lejos de obsesionarnos con eliminarnos, deberíamos preocuparnos por imitarlos”.