Columnas

Pasado y presente de nuestro Estado

Cada año nacen nuevas vidas y se agotan otras. Surgen desalientos y  alegrías. Así caminamos, en tanto la memoria se llena de recuerdos y nostalgias de los años idos. Quienes aún recordamos el vigor de los eventos de marzo y abril de 1962, previo a la caída del general Miguel Ydigoras, descubrimos que todo se articuló en la búsqueda de un ideal de sociedad, en la cual el Estado fuera el garante de la vida.

No fue así. Porque frente a la incertidumbre que provocó el inminente arribo del doctor  Arévalo a Guatemala y el levantamiento de los jóvenes militares  en el oriente del país, otros más astutos tomaron el poder al mando del coronel Enrique Peralta Azurdia.

Fue quien militarizó los institutos públicos del país y colocó a oficiales del Ejércitocon el apoyo de maestros mediocres, al mando de la educación guatemalteca, sustituyendo así, a los verdaderos docentes. Y a su vez, desmembró a la oposición política democrática a través de la persecución y el secuestro.

Amigos sostienen que fue en este período cuando se originó la mediocridad de la educación guatemalteca y la radicalización de posiciones políticas que se profundizaron por la vía del conflicto militar interno. Jóvenes estudiantes se alzaron en armas  junto a campesinos y obreros, quienes emprendieron una lucha desigual.

El tiempo transcurrió entre  exilio y temores. Y de nuevo, surgen las movilizaciones  de estudiantes, quienes  enfrentan con un profundo y auténtico idealismo, a los que pretendieron imponer el alza del pasaje  en contra de la población. Estas jornadas a favor de un Estado de derecho, dejaron muertos y desaparecidos a jóvenes que ilusionaron una mejor sociedad. Ahí fue asesinada una de las mentes más brillantes que he conocido, como fue Oliverio Castañeda de León, después de pronunciar un encendido discurso en la Concha Acústica y a la cara del general Romeo Lucas García, el 20 de octubre de 1978.

De aquí a la firma de los Acuerdos de Paz, el país transitó al gobierno de  Alvaro Arzú quien privatizó y debilitó el  Estado guatemalteco. Así, de un Estado represor pasamos a un cuasi Estado, que además se desmorona por el cáncer de la corrupción. Las gestas de abril del 2015, recogen el espíritu de las otras, pero focalizadas alrededor de la salida de un gobierno que se desbordó en la desfachatez del robo de los activos del Estado y de una práctica política electorera que no calza con la democracia. Las gestas del siglo XX se  encaminaron al fortalecimiento de un  Estado de derecho y las de 2015,  a la búsqueda de la transparencia.  En el fondo, ambas  son auténticas porque han buscado la construcción de un Estado que atienda las aspiraciones y necesidades sustantivas de la ciudadanía. Habrá que encontrar ahora  la vacuna que  detenga el cáncer de la corrupción.