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Etiquetas

“Lee la etiqueta, ahí dice qué contiene”, escuché decirle a una mamá a su hija, en el supermercado. Pareciera, que leer la etiqueta para asegurarnos de los contenidos de las cosas, de las indicaciones de su uso y hasta cuidados y recomendaciones, es una práctica cada vez más común. Las etiquetas de los productos, por lo mismo, nos informan qué esperar del producto y nos dan razones para comprarlo.

Pero las etiquetas no son exclusivas de los productos. Solemos ponerles etiquetas a las personas también. “El enojado”, “el buen estudiante”, “la despistada”, “la oveja negra”…  Estas etiquetas suelen surgir de una característica personal, que puede darse en un momento y circunstancia específica. El riesgo es no darnos cuenta del poder que tienen estas etiquetas en nuestra vida. Es muy probable que todos estemos caminando en este mundo con etiquetas sobre nosotros, que estén limitándonos o bien cargándonos de más.

¿Qué etiquetas te has puesto tú mismo? ¿Qué etiquetas te han puesto los demás?

Estar conscientes de ello es importante, pues estas etiquetas crean una expectativa de comportamiento que trataremos de satisfacer. Es algo muy parecido a lo que algunos psicólogos llaman las profecías autocumplidas, que en términos sencillos, se refiere a que aquello que pensamos que va a pasarnos, inconscientemente hacemos todo lo posible por hacerlo realidad.

Puede que estemos cargando etiquetas que nos estén encadenando a lo que éramos, es decir, que estén describiendo características que hemos dejado de tener, o que simplemente nunca tuvimos en realidad, pero que de alguna forma estén condicionando nuestro actuar.  Por ejemplo, “nunca fui buena para hablar en público”, “siempre he sido desorganizado”.  También es muy probable que de acuerdo con nuestros roles, tengamos diferentes etiquetas; con los amigos somos “organizadores de reuniones”, con la familia los “alegones”, en el trabajo los “tecnológicos” y así. El reto será descubrir si esas etiquetas realmente nos describen o si al contrario, nos “obligan” a  comportarnos de cierta manera que no corresponde a lo que somos en realidad, y lo hacemos solo por tratar de “encajar” en la idea que los demás tienen de nosotros, para no decepcionarlos.

Me parece entonces, que es enriquecedor evaluar las etiquetas que llevamos colgando. Sobre todo, será valioso contrastarlas con nuestra verdadera etiqueta. A mi juicio, los creadores de los productos son los más adecuados para realizar sus etiquetas. De esa cuenta, Dios, nuestro Creador será el idóneo para crear las nuestras. ¿Has pensado qué dice la etiqueta que Dios ha hecho al crearte? Te aseguro que tiene mil dones, rasgos que hacen tu configuración única y un millón de posibilidades de uso. Sin duda destacará que deben cuidarte como a la niña de sus ojos y que debes conservarte en un lugar junto a otros, pues has sido creado para amar.  Busca las etiquetas que llevas, evalúalas, descarta aquellas que te hacen daño, acepta so’lo aquellas que corresponden a tu verdadera esencia, según la descripción de tu Creador… no aceptes menos, ni etiquetes a otros con menos de lo que Dios piensa de ellos.