Columnas

Por el agua

Sigue siendo el pueblo, desde sus más legítimas expresiones de base, el que se encarga de hacer visibles los grandes problemas. De lo contrario, solo se escucharía y sabría sobre Messi, las nuevas apps o la lucha entre Batman y Supeman. Fuera de las discusiones cotidianas, se encuentra uno de los graves problemas en nuestro país: la destrucción de los recursos naturales o su regalo a las transnacionales, sin que queden beneficios reales en nuestras comunidades.

El agua es ya una de las grandes alertas. Por eso, la enorme importancia de la marcha que el pasado 11 de abril iniciaron bases campesinas desde el querido Tecún Umán, San Marcos, hacia la capital, a la cual calculan llegar el próximo viernes 22.

En el abrazo caliente de estos días, y de esa región, y con el cansancio en cada kilómetro, pero con la fuerza y la determinación que solo aparece en los pueblos, estos hombres y mujeres nos han querido recordar que estamos en las puertas de una de las más grandes crisis en el planeta: perder el agua y otros recursos naturales. Cada vez más la privatización es la seña de identidad de recursos que, como el hídrico, son un derecho de la humanidad.

“¿Tiene usted para pagar una botellita de agua? No. Muérase, entonces, de sed”, parecer ser la consigna que refleja la más completa negación de lo que hace posible la vida. Los ríos contaminados, no solo por pobladores sino principalmente por empresas, fábricas y fincas. El agua embotellada por grandes empresas que siguen agrandando sus riquezas. ¿Y en las casas? Nada, o casi nada del preciado líquido.

Por el agua deberemos plantearnos otras formas de pensar y actuar, no como lo hemos hecho por la plata, el oro, el níquel y otros recursos saqueados de nuestro territorio. Porque hemos sido poco críticos, interesados o comprometidos frente al robo cínico de nuestros recursos naturales. Las acciones dignas, fuertes y valientes como la resistencia de La Puya, los pobladores de Jalapa, Jutiapa y Santa Rosa frente a las industrias extractivas, se han topado con la indiferencia generalizada, incluso la crítica y la descalificación.

¿Será lo mismo cuando el agua también sea propiedad de las grandes empresas? Quizá cuando a la mayoría le toquen de manera dramática el “h20” que permite la vida, se podrá comprender la profundidad de privatizar toda expresión vital, y que se sustituya el derecho por el servicio (el que se paga).

Pero no se trata solo del agua. Es el territorio, con todos sus elementos, el que debe preocuparnos y cuya defensa debemos por lo menos comprender. Las organizaciones campesinas vienen haciendo su lucha para defender la Madre Naturaleza desde un enfoque de defensa del territorio (no solo la tierra, debemos insistir). Esto incluye los recursos naturales, pero también la cultura, la identidad, la cosmovisión y las maneras de conducir los destinos sociales. Por supuesto, incluye el derecho de los pueblos originarios a la valoración de su propia historia. Y en esas luchas debiéramos todos los sectores estar incluidos. Porque a todos nos afectará, tarde o temprano, la ofensiva contra la Madre Naturaleza, esa en la que unos pocos gozan el enriquecimiento que surge de destruir sistemáticamente el hogar de todos los organismos planetarios. Y ¡Gracias campesinos y campesinas! Esos 251 kilómetros de marcha constituyen un esfuerzo por todo ser vivo. Que su ejemplo sirva para que las luchas por la dignidad fluyan incesantes, como debe fluir el agua para la vida de todo ser en el planeta.