Columnas

Cuando el Presidente da por dónde

Han transcurrido casi 100 días (98 para ser exactos) desde que Jimmy Morales asumió la Presidencia del país con un nivel de aceptación muy alto.

De hecho, la popularidad que arropa a los gobernantes cuando recién asumen el mando todavía es una aureola que acompaña a Morales, pero las críticas empiezan a arreciar cuando aún nos encontramos en tempraneros momentos del período gubernamental.

Las experiencias en el país me hacen recordar que el favor de la opinión ciudadana acompañó a los gobernantes cuando menos en el primer año de gobierno. Salvo en el de Serrano Elías, cuando se suscitó un encontronazo entre Ejecutivo y Legislativo. Desde tempraneros momentos de aquella gestión, que empezó el 14 de enero de 1991, se hizo perceptible un rechazo a la imagen gubernamental, pero particularmente, esto se debió a un bloqueo desde el Legislativo para la labor del Ejecutivo, que llevaron a este último a realizar lo que todos conocemos como el Serranazo, el 25 de mayo de 1993.

De esa gestión salió una lista de diputados llamados los depurables por esa cuestionable tarea de no hacer, ni dejar hacer, que en política es tan usada cuando eso favorece a intereses de unos grupos o cuando menos desfavorece al opositor.

El encontronazo se debió al escaso poder que el partido oficial ejercía en el Parlamento, lo cual lo llevó a conformar la Triple Alianza, también recordada como la Trinca Infernal que la conformaron el Movimiento de Acción Solidaria (MAS, oficial) la Democracia Cristiana Guatemalteca (DCG) y la Unión del Centro Nacional (UCN).

Las críticas hacia una labor gubernamental que olía a corrupción en los tres poderes del Estado envalentonaron al jefe del Ejecutivo a emitir lo que llamó las Normas Temporales de Gobierno,el 25 de mayo de 1993, luego de 17 meses en el poder.

Las fuentes de la corrupción se percibía que venían tanto del Legislativo, como del Poder Judicial y del Ejecutivo.

Finalmente, aquella historia fue corregida por la Corte de Constitucionalidad que dictaminó ilegales aquellas normas temporales y ordenó al Ejército a retomar la gobernanza del país.

El apoyo popular de aquellos años se esfumó muy pronto en el tiempo. La arrogancia del mandatario es una de las múltiples causas de que hayan sido tormentosos meses de gestión.

Cito estos recuerdos, para resaltar que el resto de gobiernos correspondientes a la era democrática (a partir de 1985), han gozado de períodos de gracia que van más allá del primer año de gestión.

El mismo Otto Pérez fue capaz de mantener intacta su imagen de lucha contra la inseguridad (vendida por medio de una millonaria campaña política) más allá de los primeros dos años.

El caso de Morales causa preocupación pues llegó al gobierno con el voto del 67.4% de los electores solo superado por el de Vinicio Cerezo que ganó con el 68.4% en 1984 y transcurridos tres meses, las críticas son cada vez más frecuentes y duras.

La opinión pública es ahora mucho más sensible a la gestión gubernamental que antes, gracias a la influencia de los medios digitales que brindan la información casi en tiempo real.

El ejemplo reciente de la “mano de obra barata” para construir un muro entre México y Estados Unidos resultó una ironía sumamente cara, pues se dijo en una cadena informativa muy influyente, y fue necesario salir a aclarar en otra de parecidas características.

Resalto este hecho, pues estos eventos deterioran la imagen del gobernante sin necesidad. En este caso la ironía estuvo demás. La opinión pública favorable se mantiene, pero se está corriendo el riesgo de perderla muy rápidamente.