Columnas

Libertad y agua

Noticias contrastantes dan paso al escueto enunciado que lleva por título esta columna. Por una parte, la vitalidad que se manifiesta en un movimiento de resistencia a las políticas impulsadas por las grandes corporaciones transnacionales y los entes financieros multilaterales, llamadas en su conjunto neoliberales y que han incumplido en su promesa de proveer bienestar a las sociedades en el mundo. Estos movimientos sociales muchas veces caminan por el filo de la navaja entre los extremos del conservadurismo y del anarquismo. No obstante, la profundidad de sus demandas es incomprendida por los movimientos tradicionales y la sociedad civil de la corrección política. Los grupos y expresiones pro sistema, defensores del status quo los denigran e intentan criminalizarles ante el temor dado el peso de sus reflexiones que cuestionan el modelo económico en su base fundamental, la acumulación salvaje que va contra la vida del planeta.

La Tierra tiene aproximadamente 7 mil millones de habitantes y con toda la producción de bienes que ofrece el modelo actual, únicamente se satisface una quinta parte de esa población. En la pirámide de estratos sociales del mundo la base está formada por 3,500 millones de extremadamente pobres, personas que no les alcanza ni para un tiempo de comida completo al día y en la cúspide, apenas un 2% de la población mundial concentra todos los beneficios y el poder. Si todos los habitantes tuvieran acceso a los bienes que ofrece la producción industrial, la Tierra solo sobreviviría unos pocos años más. El sistema se posiciona a costa de la destrucción del planeta y la progresiva esclavitud y exclusión de grandes conglomerados humanos.

En Guatemala pasa algo similar. La riqueza y ostentación de poder proviene de un pequeño grupo de familias que detentan las decisiones sobre política económica, fiscal y monetaria. Deciden quienes gobernarán e imponen la agenda mediática y parlamentaria. Vetan leyes que les son inconvenientes y utilizan los recursos de la tierra a su sabor y antojo para satisfacer sus mercados de azúcar, de aceite de palma y de otro par de productos de exportación que solamente aportan para sus bolsillos.

El agua, elemento vital para la vida humana y toda la vida conocida, también es el motivo de acumulación de los poderosos del mundo y de Guatemala. Sea con fines energéticos, agropecuarios o comerciales, las elites nacionales acorralan el agua y se la ceden a empresas, nutren sus plantaciones, la embotellan por millones de litros en envases que luego se convierten en contaminación ambiental haciendo millonarios negocios sin prever las consecuencias destructivas de tales acciones. Esta libertad empresarial solo es abuso sobre los recursos.

La Marcha por el Agua culmina en la capital el Día Mundial por la Tierra. Es un grito por la vida y la humanidad que se ha visto confrontada por un sistema voraz de acumulación de riqueza sin territorio, sin identidad y sin fronteras ni límites impuestos por la moral.

No obstante, la profundidad de sus demandas es incomprendida por los movimientos tradicionales y la sociedad civil de la corrección política