Columnas

Una Humanidades en crisis

Son muchas las voces y corrientes que imaginan y proponen una universidad pública diferente. Algunos para llevarla a sus plácidos mall y hacer así negocios con la venta de títulos sin calidad. Otros, los más pero con menos megáfonos, la quieren vinculada a la producción de conocimiento, comprometida seriamente en la construcción de una sociedad de conocimiento en la que quepan los históricamente excluidos.

Pero resulta que los que al interior de la institución detentan el poder no entienden de crisis, viven su hoy y sus ganancias, despreocupados del juicio que, en el corto plazo, la historia les hará por haber destruido uno de los más importantes baluartes de una sociedad moderna. Sin instituciones públicas de educación superior capaces de producir conocimiento, el desarrollo del país está estancado. Y esto es mucho más evidente en la llamada Facultad de Humanidades, donde el humanismo y sus disciplinas apenas si respiran.

La semana pasada sus estudiantes, cansados de la manipulación y chantaje que sus autoridades les han impuesto por más de tres décadas, decidieron rebelarse e impedir la realización de un evento electoral a todas luces ilegal y viciado. Ese día se realizaría la elección de la planilla estudiantil para que a finales de este año se proceda a la elección de decano. Para burla de los estudiantes, el evento se realizaría en período de vacaciones y sin que se le diera la necesaria divulgación. Aún no hay públicamente candidatos a decano, pero se elegiría la planilla estudiantil para, vendiéndose al mejor postor, hacer de su voto un negocio en las triquiñuelas más corruptas que la vida universitaria ha conocido.

Hay en la actualidad académicos de las humanidades con amplia producción capaces de asumir su conducción y renovarla, pero los grupúsculos de seudopedagogos que desde 1978 lucran con la institución, conduciéndola al marasmo intelectual y académico en que se encuentra, se empeñan en mantenerse en el poder. Los negocios están en los departamentos, y si el CSU decidió cerrar el chorro obligando a que todas las carreras que se ofrezcan fuera de la capital deben ser dirigidas y administradas por los centros regionales, los comerciantes de los diplomas han evadido toda reglamentación para seguir controlando a la población estudiantil y a los egresados.

La elección de decano tiene, además, un enorme ingrediente de ilegalidad. El único candidato visible es el actual decano, quien, como su antecesor -asesinado en un oscuro incidente del que no se excluye la hipótesis de disputa entre grupos del crimen organizado-, busca ser electo por tercera vez, lo que claramente prohíbe el artículo 44 de la Ley Orgánica de la Usac, decreto 325-47. No es la primera vez que en la historia reciente de la universidad pública guatemalteca un decano pretende mantenerse en el cargo con argucias y manipulaciones, y esta vez el propósito está más que claro. La mafia que se apoderó de la representación del movimiento estudiantil quiere realizar un proceso sin candidato visible, de manera que si todo corre bien en la ruta de la ilegalidad votarán por el actual decano, y si eso se compila, entramparán el proceso para que este “interinamente” permanezca en el cargo.

Pero la dirigencia estudiantil ajena a esos inescrupulosos contubernios comienza a despertar y a mostrar dignidad, a construir visiones nuevas de país y de universidad. Deberán estar alertas a manipulaciones y oportunismos, pues si bien deben exigir amplia y profusa divulgación del proceso electoral, deberán también oponerse rotunda y radicalmente a que el actual decano, luego de cumplidos sus dos períodos, permanezca un día más en el cargo. Rescatar la Facultad de Humanidades luego de casi cuarenta años de corrupción y mediocridad no será fácil, pero las nuevas generaciones de estudiantes poseen la limpieza y honestidad suficiente para comenzar a lograrlo.

El Consejo Superior tiene una enorme responsabilidad, pues es más que evidente que el grupo de interés que controla Facultad y Colegio de Humanidades querrán chantajear al actual rector condicionando sus votos en favor de su reelección a cambio de que no les toquen sus intereses. Triste sería que desde ya el odontólogo Alvarado hipoteque su legitimidad como rector, permitiendo que en Humanidades se imponga ilegalmente un decano.

No es la primera vez que en la historia reciente de la universidad un decano pretende mantenerse en el cargo con argucias y manipulaciones, y esta vez el propósito está más que claro.