Columnas

La crisis y la podemización

Hace 20 días, cuando Unidos Podemos aparecía en horizonte electoral español como una opción ascendente, y tanto dirigentes como militantes de esa coalición de izquierdas estaban lejos de imaginar que las urnas les obligarían a poner de nuevo los pies sobre la realidad política de su país y de Europa (brexit, de por medio), hace tres semana apenas, Pablo Iglesias planteó la sugerente idea de pensar en lo que él llamó una Cuarta Socialdemocracia.

El debate propuesto por el líder de Podemos hunde sus raíces en la centenaria historia del movimiento obrero europeo y alude a la realidad política española, interpelando al Partido Obrero Socialista Español para “hablar en serio con nosotros (Unidos Podemos)” ante la posibilidad –más lejana después del 26J– de formar un gobierno de coalición que sustituyera al del Partido Popular.

Lo interesante del artículo de Pablo Iglesias (http://blogs.publico.es/pablo-iglesias/1058/una-cuarta-socialdemocracia/) para la reflexión de quienes vivimos en un país con una realidad distinta y distante, pero de algún modo semejante, es el reconocimiento de la posibilidad de lograr lo que el joven dirigente describe como la “podemización de la vida política”.

La podemización alude a la forja de alternativas políticas viables en países sacudidos por crisis políticas, económico-sociales e ideológicas profundas. Tal es el punto en el cual, siendo distintas-distantes, hacen contacto las realidades políticas de España y Guatemala.

Por lo pronto predomina la distancia: en España una parte importante del movimiento de los indignados llegó a configurarse orgánica y programáticamente como una opción ciudadana alternativa, de naturaleza electoral, que a pesar del tropiezo dominical se consolida como la tercera fuerza parlamentaria.

En Guatemala, en cambio, las corrientes renovadoras emergidas de las movilizaciones sociales y aquellas otras revitalizadas por el gran movimiento policlasista de 2015, siguen balbuceando en torno a sus opciones organizativas y sobre las plataformas a partir de las cuales se libre la lucha política-ideológica, en medio de la agrietada hegemonía del neoliberalismo oligárquico.

Si bien el statu quo logró encauzar electoralmente la indignación ciudadana y articular un intento de restauración conservadora, está lejos de superarse la crisis de legitimidad del sistema.

Algunos de los pilares de la hegemonía, como los partidos políticos, las entidades cúpula del empresariado, algunos conglomerados mediáticos y gran parte de la institucionalidad pública (en suma, lo que Louis Althusser llamó en su tiempo “aparatos ideológicos de Estado”) se encuentran en bancarrota y dejaron de ser funcionales a la dominación.

La coyuntura, pues, mantiene abierta la oportunidad de gestar un proyecto nacional-popular, que prenda en el corazón y la mente de un pueblo ávido de un país distinto, libre de tantas lacras como las que en estos días se están desnudando a la vista de todos. Un país donde la felicidad sea posible.