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Para Elisa, la bagatela de Beethoven

Si ha existido compositor alguno cuya obra se proyecte al futuro, ese es sin duda Ludwig van Beethoven (Bonn 1770-1827), quien después de 200 años continúa inspirando a autores contemporáneos y deleitando con su música a millones de personas alrededor del mundo, con la misma fuerza, vitalidad, novedad y riqueza expresiva.

Sus composiciones son pura pasión y creatividad, las cuales desborda inclusive en piezas breves. Ese es el caso de Para Elisa (Für Elise, en alemán), una de las melodías más conocidas de la historia de la música, escrita por el Coloso de Bonn, alrededor de 1810.

A lo largo de estos años, Para Elisa ha sido interpretada por artistas y orquestas de muy diversos géneros: rock, jazz, rap, hip hop. Entre estas versiones destaca la del pianista francés Richard Clayderman, quien vendió millones de discos del tema a finales de los 70. También hemos escuchado la melodía en cajas de música, anuncios publicitarios, películas, series televisivas y hasta en tonos para teléfonos móviles.

Por la relativa simplicidad de los primeros acordes, se convirtió en el caballito de batalla de los profesores de música para enseñar a tocar piano. Sin embargo, el número de personas que pueden dominar la pieza completa es significativamente menor debido al control intricado del tacto y la emoción con que debe ejecutarse.

En torno al origen de la composición, algunos estudiosos afirman que Beethoven se la dedicó a una hermosa niña de nombre Elisabeth, a quien conoció en un recital y que, pese a ser un prodigio, le confesó no poder tocar ninguna de sus obras por ser estas demasiado complicadas. Fue así como el maestro compuso Para Elisa, Bagatela (pieza breve y ligera para piano, característica del siglo XIX) en La menor, a fin de que ella pudiera interpretarla sin dificultad.

Esta anécdota nos muestra la vena más sensible del compositor, que trata de aliviar la angustia de la pequeña Elisa, escribiendo un tema sencillo y fácil de interpretar. De esta manera, Beethoven baja al nivel de la niña, habla su mismo lenguaje y pone a su alcance una obra maestra.

En la vida, como en el caso anterior, un pequeño detalle puede transformarse en un momento trascendental.