El fracaso de los proyectos de alimentos
Ni la entrega de alimentos gratuitos, ni la aparente obligación de llevar a los menores al médico, parecen haber sido suficientes para tener efectos positivos en la reducción de la desnutrición crónica infantil.
El más reciente de los intentos fue el programa Hambre Cero que, aparentemente, terminó promoviendo la corrupción.
Analistas como Manfredo Marroquín, de Acción Ciudadana, y Christians Castillo, del Instituto de Problemas Nacionales de la Universidad de San Carlos (Ipnusac), coinciden en que los programas de alimentación han sido un fracaso durante los últimos dos gobiernos. Pero advierten que quizás sea porque no han contado con los recursos necesarios para su desarrollo.
Marroquín, señala que el fracaso de todas estas iniciativas, es la falta de cultura y coordinación en el Estado, pues “para enfrentar el problema de la desnutrición se necesita que participen muchas entidades y, en el país, eso nunca se ha logrado”. Sin coordinación multisectorial, nada funcionará, dice Marroquín, quien añade la falta de recursos como otro mal, ya que no se destina lo necesario para programas, por la constante crisis fiscal.
Castillo, en tanto, manifiesta que lo que el Estado ha hecho en los últimos gobiernos ha sido recurrir a mecanismos de última instancia, como la asistencia alimentaria. “Eso ha sido principalmente la bolsa de alimentos de la UNE y del Patriota, así como el programa de Hambre Cero, que era más ampliado, con la ventana de los 1,000 días”.
Sin embargo, dice que poco o nada se ha hecho en el tema de la educación sobre hábitos alimenticios, pues en buena parte del país, la dieta se basa en gaseosas y frituras, evidenciando esos malos hábitos. “En el área rural más olvidada, la crisis de desnutrición va asociada a la incapacidad de las comunidades de poder adquirir alimentos y eso es más grave, dadas las condiciones de pobreza y pobreza extrema que se mantienen vigentes en el país”.