Editoriales

Soluciones a medias, perjudiciales para los más pobres

Hace ya algunos años, con el pretexto de reordenar el tránsito en la ciudad, la Municipalidad de Guatemala adoptó algunas medidas entre las cuales se contó la prohibición de estacionamiento de vehículos en la mayoría de calles y avenidas de la ciudad. La acción, sumada al acelerado crecimiento del parque vehicular, terminó generando una serie de inconvenientes que afectan a una población que, en su mayoría, está sumida en la pobreza y, en el mejor de los casos, en condiciones económicas de subsistencia.

Entre los inconvenientes se cuenta el surgimiento de un innumerable número de parqueos privados, ante la demanda de espacios para el estacionamiento, pues de lo contrario los propietarios de los automotores deben enfrentar multas de Q500 que avalan la Ley y el Reglamento de Tránsito vigentes.

Pero esos espacios salen caros para el común de los ciudadanos. Media hora o fracción de parqueo en estos sitios no deja de costar Q6. Ese alto costo hace que muchos busquen los pocos espacios que aún existen para poder dejar sus carros en la calle. Lo malo es que ni ahí se salvan de tener que pagar y a veces hasta más de la cuenta.

De la nada han salido por montones, personajes que colocan a las orillas de las banquetas tambos, cubetas o bancos plásticos para impedir que los necesitados usen esos espacios. Claro está que si pagan la cuota exigida, los obstáculos son retirados de inmediato. Estos “cuidadores” se han adueñado de las calles, convirtiéndolas en casi de su propiedad, pues aunque carecen de alguna licencia municipal o de cualquier otro tipo para ejercer dichos cobros, igualmente los hacen. Quien se resista puede pagarlo más caro. Un rayón en la pintura de su auto, un vidrio quebrado, una llanta pinchada o hasta la pérdida de su batería, pueden ser parte de la venganza que veladamente es advertida. “Si no paga no nos responsabilizamos de lo que le pueda pasar a su carro”, le dicen a los necesitados.

Y la Municipalidad, bien gracias. Sus autoridades no han podido dar respuesta clara al por qué permiten que esto suceda. En realidad lo único que parece interesarles es que los parqueos privados paguen su licencia y que aquellos que se estacionen en sitios prohibidos, cancelen sus multas. Por lo demás, los policías de tránsito, ni vistos ni oídos.

Así, los guatemaltecos somos víctimas de medidas que solo se aplican para cumplir un propósito específico, aunque integralmente resulten afectando a la mayoría. Ya es tiempo de que cuando se busquen soluciones a los diversos problemas del país o la ciudad, las que se apliquen sean pensadas de tal forma que no sean destapando hoyos para tapar otros. De lo contrario estamos condenados a vivir en un círculo vicioso que, al final, solo perjudica a los más pobres y necesitados.

Redacción

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