Del abuso de la libertad sindical
Manifestar nuestra inconformidad ante los abusos del Estado o de nuestros jefes es algo que la misma Constitución Política de la República garantiza. Protestar por las cosas que nos afectan y reclamar que se respeten nuestros derechos, también. Todo ello es parte de la libertad que nos garantiza la Carta Magna, como ley suprema y regidora de nuestra sociedad. Pero esa libertad, como todas, tiene sus límites, pues somos libres como seres humanos individuales hasta tanto no afectemos la libertad o la dignidad de los demás. Llegar hasta ese extremo y sobrepasar ese punto ya es sancionado o hasta penalizado por la ley. Los sindicalistas de entidades estatales se han dado a la tarea, durante los últimos tres días, de exigir derechos que según ellos les son violados o incumplidos. Algunos reclaman viáticos y bonos no pagados, otros salarios caídos y otros tantos calamitosas condiciones para trabajar. Según la Constitución, todos ellos tienen la libertad de exigir, protestar y manifestar. Lo que la ley no les autoriza es bloquear el paso de vehículos o interferir en el tránsito haciéndolo más lento de lo que ya es, principalmente en los centros
urbanos. Llegar a ese punto es ya violar los derechos de otros guatemaltecos. Es violar el derecho de locomoción de otros conciudadanos que necesitan movilizarse para ir a trabajar o cumplir con sus distintas tareas personales. Es atentar contra el derecho al trabajo de los demás. Aunque no está bien, pues abandonar sus puestos de trabajo, en el caso de los trabajadores del Estado, es ya atentar contra los demás porque dejan su sentido de servidores públicos, pues digamos que tienen derecho a la manifestación. Lo malo es que ponen en riesgo el trabajo de otros que por los bloqueos no pueden asistir a sus puestos laborales. Y decimos que en principio no está bien, porque a quienes obstaculizan el paso es a quienes pagan sus salarios y encima desestabilizan también sus economías personales. Si al menos cumplieran bien con su trabajo, seguro el resto de guatemaltecos los apoyara. Pero eso lamentablemente no sucede. Menos cuando hablamos de los dirigentes sindicales del Estado. Ellos ni siquiera trabajan pues se dedican a buscar las formas de esquilmar los recursos del Estado para favorecer sus intereses personales. Quien no crea lo que aquí decimos, que se de a la tarea de buscar los textos de los pactos colectivos de condiciones laborales y será testigo personal del descaro del que hablamos. El movimiento sindical es la mejor forma que en el mundo existe para defender los derechos de los trabajadores. Pero léase bien la palabra “trabajadores”. Ese concepto pertenece a un grupo de personas que se esfuerzan por hacer productiva la entidad para la que laboran y así ganarse honrada y legalmente su salario. Los demás no caben en este
concepto.