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¿Invertirías en Nicaragua?

Nicaragua es el país de Centroamérica que menor tasa de homicidios tiene, 8 por cada 100 mil habitantes, y su economía ha permanecido estable y creciendo. Es un país con poca densidad de población, con 130,376 kilómetros cuadrados apenas llega a 6.4 millones de personas. Tiene un producto interno bruto de 26 millardos de dólares que equivale aproximadamente a $4,062 per cápita. Está en el puesto 109 del Índice de Libertad Económica (de un total de 177) publicado por el Heritage Foundation.

Hasta aquí todo suena muy bien, con excepción que el puesto en el Índice de Libertad es bajo. ¿Invertiría usted en Nicaragua? Con base en estos datos, muchos me han dicho que hay que invertir en Nicaragua, que es una gran oportunidad. Hay seguridad, hay crecimiento económico, los costos para las empresas son bajos y, sobre todo, hay estabilidad para las empresas. Yo les he dicho que no, porque estos datos no son suficientes para invertir. ¿Y qué del gobierno?

El gobierno de Nicaragua es una dictadura autoritaria, y el dictador se llama Daniel Ortega. Además, la esposa de este dictador mercantilista de izquierda, Rosario Murillo, es parte fundamental del poder. Recientemente, Ortega, haciendo uso del poder que tiene, eliminó de tajo a la oposición en el Congreso al prácticamente destituir a 28 diputados de la oposición. En Nicaragua no hay libertad política ni civil, y cada día hay menos libertad de expresión. Yo no invertiría en un país así, aunque hasta ahora económicamente dé muestras de crecimiento económico.

El afán de poder y riqueza ha convertido a Nicaragua en una finca de los Ortega, su familia y sus “compañeros” del Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN). Y en las próximas elecciones solo habrá un candidato. ¿Adivinen quién? Obviamente, Daniel Ortega. ¿Y quién será su vicepresidente? Nada más y nada menos que su esposa.

Siempre les he dicho a los que invierten en Nicaragua que no me gustaría tener de socio a Daniel Ortega ni a su familia, por más que eso me dé una garantía que mientras sea socio, directa o indirectamente, mi empresa irá bien. Claro, eso le conviene a Ortega. Pero cuando menos sientan, harán piñata de tus inversiones, y advertido no te quedará más que resignación.

Esta dictadura de izquierda no es más que un espejismo para algunos inversionistas. Mientras dure lo aprovecharán, pero cuando pierdan todo aprenderán de la forma más dura. Pero y ¿qué dicen los que se rasgan las vestiduras en Guatemala por defender la democracia sea donde sea? No los he escuchado ni leído en relación con la arbitrariedad cometida por Ortega la semana pasada cuando destituyó a la oposición del Congreso. Pero si Ortega hubiera sido de derecha, entonces serían los primeros en alzar la voz. No se vale. Eso no es defender un principio para todos, aunque me afecte. En un sistema que tenga una democracia limitada nadie tendría derecho a destituir por la fuerza a la oposición electa, ni a reducir la libertad de expresión de cualquier persona, ni atentar contra su vida, ni vedarle su libertad, ni quitarle sus pertenencias.

En una democracia limitada, nos guste o no, debemos respetar y defender el derecho de expresión de quienes no están incluso de acuerdo con nosotros, de quienes fueron electos aunque sean oposición y pertenezcan al partido que sea. Porque esto no existe en Nicaragua y porque Ortega, su familia y sus camaradas se apropiaron del poder eliminando prácticamente las garantías básicas de sus ciudadanos, es que no invertiría en Nicaragua.