Columnas

Estafa público-privada a lo descarado

La modernización del Estado es una necesidad urgente. Por supuesto que debe reconocerse que se han dado pasos positivos en esa ruta. Hay muchos avances, como la introducción de tecnologías avanzadas en los procesos y los servicios en línea. Esas son mejoras que siempre deben aplaudirse pues no sólo mejoran la productividad institucional del Estado sino que facilitan los trámites a los pobladores y, por supuesto, reducen los tiempos para su realización.

Hoy día, sacar una licencia, por ejemplo, es algo rápido. Basta con llenar todos los requisitos exigidos para que en cuestión de una hora, a lo sumo, usted entre y salga con su licencia en mano. Otro trámite importante es el de los pasaportes, para el cual también la duración no excede la hora.

De los tiempos entonces, ni hablar, han mejorado ostensiblemente. Pero un trámite no implica únicamente la inversión de tiempo. También incluye el servicio del personal y algunos otros complementarios.

Recientemente me presenté a renovar mi pasaporte y pude notar todo lo que aquí describo. Y repito, del tiempo ni hablar, fue rapidísimo. Pero desde que hice la primera cola en la parte externa de la oficina ubicada en uno de los locales de un pequeño centro comercial, en la zona 4, ya se podía percibir el ambiente de mala atención.

Para empezar, las malas caras de las dos personas que revisaban los papeles de quienes llegábamos. Si lo insultaran a uno sería el colmo, pero si se les ve el semblante, poco faltaba para llegar a eso. Entre los requisitos decía que debía contarse con el boleto de ornato, pero nunca que fuera una copia como sí se advierte para el DPI, por lo que la mal encarada señora que me atendió me dijo que adentro había fotocopiadora y que allí me la podían hacer.

Luego hay que traspasar una primera puerta, donde otra señora, con cara de pocos amigos, entrega un número e indica que debe esperarse a que en la pantalla aparezca y se indique el número de cubículo al que debe dirigirse para que le tomen una fotografía.

Antes, por supuesto, hice la cola para sacar la fotocopia del boleto de ornato. Mientras estuve allí, en la fotocopiadora siempre hubo por lo menos 5 consumidores del servicio. Al pedir la copia de mi boleto, me cobraron 2 quetzales y solo fue una página, ni siquiera una hoja de doble lado. El resto también pagaba y solo quedaba mirarnos las caras de sorpresa por el monto de lo cobrado. Una verdadera estafa por la que no extienden ni recibo, menos factura. Quién avala ese servicio, quién lo presta y quién es el beneficiado de lo que allí se produce, no lo sabemos. Pero seguro que algún jefe tiene conocimiento de ello y deja que la estafa se concrete.

Qué bien que hay ese servicio pero, por supuesto, que mal que resulta una estafa. Pero peor que sea una estafa de algún privado que, con el aval de un funcionario público, lo haga tan descaradamente y sin derecho a que se proteste. Finalmente, si no se paga, no se puede completar el trámite y muchos hacen largos viajes para venir a sacar su pasaporte y poder viajar.