Columnas

Guatemala de los mercados o Guatemala de los ciudadanos

Hace algún tiempo Jürgen Habermas ofrecía unas conferencias en St. Gallen en Suiza y en el Senado de Hamburgo que fueron publicadas con el título “Europa de los mercados o Europa de los ciudadanos”. El autor reiteraba su preocupación por la ineficacia de los estados nacionales para hacer prevalecer las demandas justificadas de orden ecológico, social y cultural “por el agotamiento de los recursos naturales no regenerables, la enajenación cultural prevaleciente” y los conflictos sociales de diverso orden. Habermas planteaba las dificultades que representa para un Estado la toma de decisiones en una época globalizadora donde se reduce su capacidad para sostener la democracia y las limitaciones para “una administración pública democráticamente programada” en concordancia con la autodeterminación y la movilización de la gente en favor del bien común. La desregulación de las economías y las dificultades de recolectar recursos y presupuesto afectan la capacidad de maniobra de los gobiernos. Los efectos se hacen sentir, según él, incluso en la pérdida de la autonomía puesto que hay decisiones que resultan ser efectos externos a la propia decisión de los ciudadanos en sus territorios de residencia. En otras palabras los ciudadanos son afectados por decisiones, en las cuales no participan y la propia incapacidad de los Estados nacionales para responder ante los problemas que se derivan.

En el caso de Guatemala esta situación es dramática y más que un dilema pareciera ser que este país está entregado a un régimen, en el cual un reducido grupo, que se esconde en los principios de libre mercado, en realidad ha sometido la política para establecer un sistema de privilegios  económicos. Por tanto, la política ha sido reducida al máximo hasta llegar al punto de instaurar regímenes de corrupción, marcados por la ausencia de condiciones para ejercer la autonomía y una auténtica democracia. El Estado nacional, salvo el período de la década de la Primavera Democrática, ha sido sistemáticamente carcomido y más recientemente sujeto a la aparición de otros actores de poder con una influencia considerable, como lo es el crimen organizado y el narcotráfico. La oportunidad que se tuvo con la firma de los Acuerdos de Paz se transformó en un debilitamiento de la institucionalidad.

A pesar del crecimiento sostenido de la economía, el nivel de pobreza también ha aumentado del 56% al 60% del 2000 al 2014. La dimensión de la destrucción y contaminación de los recursos naturales, la alienación cada vez mayor de la juventud sometida a una industria cultural con base en Hollywood y los conflictos sociales de todo orden nos plantean un escenario escéptico pero que debe estar más comprometido para reconvertir nuestro Estado nacional para los ciudadanos.

Sin embargo, las reformas que en la actualidad se debaten alejan la oportunidad para incrementar el peso de la ciudadanía en la toma de decisiones y el fortalecimiento del Estado de derecho. Las propuestas de reformas electorales no son suficientes para fortalecer la institucionalidad. La iniciativa de reforma fiscal vuelve a incrementar las tasas de recaudación sobre la vía de impuestos indirectos. Las reformas que se llevan a cabo favorecen una Guatemala para el mercado. El significado de estas medidas darán como resultado que el 60% de los guatemaltecos solo tengan la posibilidad de administrar la única propiedad que poseen: su pobreza.