Columnas

El presidente se tambalea

En el marco de las fiestas patrias se puso de manifiesto la debilidad política del presidente Jimmy Morales, saliendo en su auxilio, con comunicados públicos, el ministro de la Defensa, la ministra de Trabajo y el secretario de Inteligencia Estratégica, quien lo insta “a no desmayar”, confirmando sin quererlo que Morales carece de la determinación para defender su mandato electoral.

Lo que en el fondo está en debate no es la presunta participación del hermano y el hijo del mandatario en actos de corrupción, sino la posibilidad creciente que Jimmy Morales deje de ser el presidente de Guatemala. En ese contexto, hay que esclarecer tres cuestiones fundamentales: primero, los términos y el momento del relevo presidencial; segundo, quién lo sustituirá formalmente y, tercero, quienes se harán del poder real.

El momento político y el procedimiento legal para relevar a un mandatario son cruciales, pues ningún tiempo es bueno para este menester.

Es un secreto a voces que antes de sustituir a Morales, muchas fuerzas políticas quieren defenestrar a Jafeth Cabrera, para que no alcance la primera magistratura. Si se comprueban las sospechas de corrupción del vicepresidente y su hijo, la mesa estará servida, pero será complejo sustituir a los dos, por las disputas de poder.

Para tener viabilidad, el procedimiento deberá respetar la ley, lo cual le dará una participación decisiva al Congreso de la República, que pasa por creciente desprestigio y un gran repudio ciudadano. Por ello, el presidente interino carecerá de legitimidad, lo cual será determinante para la ingobernabilidad que se viene de la mano de la inseguridad ciudadana, la violencia y el hambre crecientes, y la crisis económica.

No hay muchas opciones para sustituir a Jimmy Morales, y Thelma Aldana aparece recurrentemente como la figura política con más respaldo ciudadano. Sin embargo, ella sabe que debe esperar a las elecciones de 2019, en las que podría salir vencedora, con suficiente legitimidad.

En el marco de desprestigio, corrupción e incapacidad de la clase política, la figura de Mario Taracena aparece como “de los menos malos”, gracias a las medidas efectistas que ha tomado en el Congreso, que han gozado del aplauso público. Su experiencia para lidiar con los politiqueros, su determinación, y su creciente cercanía con Washington le podrían allanar el camino a la silla presidencial.

Taracena se presenta como un actor de la vieja política, que ya no es viable, para insinuar que sería el operador ideal de una transición ordenada, y que no tendría intención de perpetuarse en el poder. Riesgoso, pero en las actuales circunstancias el tuerto es rey entre los ciegos.

Tanto los militares genocidas como los empresarios evasores jugarían un papel de primer orden en el relevo, exigiendo impunidad. Unos y otros demandarán amnistías penal y fiscal, según el caso, pero eso no lo permitiría la ciudadanía ni los EE. UU., aunque por razones diferentes, restándole incidencia a esas fuerzas conservadoras.

Aprovechando la conmemoración de la independencia, el presidente Obama envió una misiva de felicitación a Jimmy Morales, en la que estableció las tres acciones que EE. UU. respaldará: anticorrupción y rendición de cuentas; seguridad y cambios democráticos. Es decir, le cerró la puerta a la vieja política, para garantizar la seguridad en su patio trasero.

Los escenarios que perfiló son factibles, pero el actor que determinará cómo termina este drama es el movimiento ciudadano, ese que ejerce el poder soberano.