Columnas

Leyes de la estupidez humana

Traigo este tema desde hace tiempo; cómo la estupidez puede deteriorar el desarrollo económico de organizaciones y países. Me ha llamado la atención el breve libro del historiador económico italiano Carlo Maria Cipolla, Allegro ma non troppo, traducido como Las leyes fundamentales de la estupidez humana.

Son cinco las leyes fundamentales sostenidas por este autor:

  • Siempre e inevitablemente cualquiera de nosotros subestima el número de individuos estúpidos en circulación. 
  • La probabilidad de que una persona dada sea estúpida es independiente de cualquier otra característica propia de dicha persona.
  • Una persona es estúpida si causa daño a otras personas o grupo de personas sin obtener ella ganancia personal alguna, o, incluso peor, provocándose daño a sí misma en el proceso.
  • Las personas no estúpidas siempre subestiman el potencial dañino de la gente estúpida; constantemente olvidan que en cualquier momento, en cualquier lugar y en cualquier circunstancia, asociarse con individuos estúpidos constituye invariablemente un error costoso.
  • Una persona estúpida es el tipo de persona más peligrosa que puede existir.

Además de estas leyes, Cipolla identifica 4 grupos de personas de acuerdo con beneficios y perjuicios, y si estos se refieren al que obra o a los demás:

  • Los que se benefician a sí mismos y benefician a los demás son inteligentes.
  • Los que se benefician a sí mismos y perjudican a los demás son bandidos.
  • Los que se perjudican a sí mismos y benefician a los demás son desgraciados.
  • Los que se perjudican a sí mismos y perjudican a los demás son estúpidos.

Cipolla, demasiado esquemático, sostiene que se nace inteligente o estúpido, porque eso proviene de la naturaleza de manera genética y nada tiene que ver con la educación y las culturas. Y hay autores que no entienden qué es la persona, y atacan a los estúpidos como si fueran malvados.

Hay también otros autores, como Glenn Doman, quien sostiene que la inteligencia puede incrementarse gracias a una esmerada educación en la primerísima infancia, cuando el cerebro está en sus primeros desarrollos. Doman sostiene haber probado sus tesis con infinidad de niños en Los Institutos para el Logro del Potencial Humano.

La realidad es que, en semejanza de circunstancias, la inteligencia está normalmente distribuida –campana de Gauss–: muy inteligentes, pocos; muy tontos, pocos; medianamente inteligentes, muchos.

La inteligencia consiste en descubrir nexos entre los diversos aspectos de la realidad. Principalmente nexos intelectuales, como entre premisas y conclusiones; nexos reales, como entre causas y efectos, y nexos volitivos o motivacionales, como el arrastre logrado por la visión o el buen ejemplo, que es poner los valores fundamentales, vividos personalmente, a los ojos de los demás con base en que el bien es difusivo de suyo.

La inteligencia y la buena educación nos llevan a comprender que lo que entendemos es verdadero, pero que no necesariamente es falso lo que no entendemos, a menos que claramente entendamos que es falso. En cambio, la poca inteligencia y la mala educación nos llevan a pensar que lo que no entendemos es falso, o incorrecto o malo. Y entonces tendemos a objetar, obstaculizar o de plano atacar a las personas muy inteligentes, porque no entendemos lo que ellas entienden. Y democráticamente eso lleva a que se vote en contra de ellas, y a que se pierdan los beneficios que provendrían de hacerles caso.

Las personas, sean inteligentes o tontas, tienen dignidad y derechos, y deben ser aceptadas, educadas, ayudadas y amadas. En el mundo empresarial todo esto tiene muchas aplicaciones y consecuencias. Los líderes deben ser inteligentes, visionarios y de arrastre. Y deben procurar que la persona adecuada esté en el puesto adecuado.