Columnas

Fracaso del sistema educativo nacional

La educación es una creación humana para formar valores, potenciar la inteligencia y la imaginación. Rescatar las  tradiciones culturales así como formar a la niñez y juventud en  competencias necesarias para que construyan ellos mismos su propio futuro. Este es el motivo del porqué algunos Estados y sociedades la han privilegiado para avanzar históricamente de manera cualitativa.

Asimismo, la educación se ha insertado en los diferentes marcos nacionales de desarrollo y su razón de ser obedece a su impronta en la dinámica económica y social.

Somos testigos de países con avances educativos importantes que se expresan de manera diferente.

La distancia entre Europa,  Norteamérica, algunos países asiáticos y de América del Sur, respecto al nuestro, marca la enorme diferencia en cuanto al esmero que se le da a la educación para el desenvolvimiento de la sociedad. Claro está que en estas naciones han existido planes, programas, ideales, acuerdos educativos e inversión suficiente y necesaria para su sostenibilidad.

Esto significa que al observar el accionar en educación de los diferentes gobiernos desde hace ya largos años en Guatemala, afirmamos que nuestro sistema educativo es un fracaso, porque ni siquiera se han podido heredar algunas ideas o proyectos de un período gubernamental al otro. Está la muestra de un intento nacional de apertura hacia una reforma educativa integral a partir de los Acuerdos de Paz, que no logró colarse, a no ser por la propuesta del gobierno de Alfonso Portillo de la creación del Viceministerio Bilingüe Intercultural y el diseño del Currículum Nacional Base. Productos que no han sido fortalecidos y tampoco se han logrado traducir con una práctica pedagógica inteligente y proactiva.

El gobierno de Álvaro Colom  no pudo cuajar  la idea de un acuerdo educativo, pero llevó a la práctica la política de gratuidad y  de remesas familiares que incidieron en una mejor cobertura en la educación primaria. Con Otto Pérez, de triste recordatorio, bajó la cobertura escolar pero  implementó el programa de formación docente que hasta hoy no sabemos si ha incidido en el mejoramiento de la calidad educativa. En la administración actual, no solo disminuye aún más la cobertura, sino  que no vemos una luz que nos indique hacia donde caminan.

El problema de fondo consiste que no  solo es cobertura, sino calidad, pertinencia y equidad. Pero lo más importante, la ausencia de un proyecto nacional de hacia dónde va la educación y la inocuidad de un Estado que  no le ha prestado atención durante largos años de historia educativa.

Si a esto  agregamos  lo que se supone  deben conocer  los jóvenes en torno a las matemáticas y lenguaje,  y la poca importancia que le dan  los padres de familia a la educación, concluimos que el sistema educativo nacional no solo colapsó, sino  fracasó. Habrá que advertir que los estudiantes son inteligentes, pero requieren de un sistema educativo que los atienda con dignidad. Enderezar esta nave encallada y volverla a poner en el mar de las ideas,  de los valores cívicos y de una aspiración de cultivar los saberes y la imaginación, es el gran reto de la sociedad y el Estado guatemalteco.