La formación de la ciudadanía
Recientemente tuve la oportunidad de entrevistar acerca de la formación ciudadana a líderes provenientes de diversos sectores de la sociedad que han influido en la política educativa durante los últimos 20 años. Para mi sorpresa, ellos opinaban que esta región de los aprendizajes es algo muy específico como para ser parte de las preocupaciones estratégicas y de los planes o visiones de país a mediano y largo plazo. Afirman que su preocupación fundamental se centra en la calidad de la educación, la cual definen como las capacidades adquiridas que se muestran en los resultados de los aprendizajes en la lectura y matemáticas. Este hecho se ve remarcado por los regímenes de evaluación que se focalizan en las pruebas de rendimiento escolar de los graduandos del ciclo diversificado. Aún y cuando solo el 20% de la juventud guatemalteca tiene esa oportunidad, a ellos se les reduce el esquema de formación al hecho de sacar un título que les permita ejercer una profesión y sujetarse al mercado laboral en el futuro.
Sin lugar a dudas que la lectura, las matemáticas y las ciencias constituyen una parte básica de los sistemas educativos. Pero reducir la educación a estos campos, equivaldría a eliminar el propio sentido que conlleva formar a la humanidad y la capacidad para construir los proyectos de cambio de la sociedad, con la finalidad de resolver sus problemas en el marco participativo que ofrece una democracia. La escuela pareciera ser que olvida cómo aprendemos a convivir y limita la formación ciudadana a un falso nacionalismo basado en actos cívicos y cantar el himno frente a la bandera. En un plano más amplio los medios de comunicación solo han tenido la capacidad de observar el civismo como el apoyo a los atletas en competencias deportivas y a la promoción de productos y servicios en anuncios de televisión.
La escuela debe asumir su función en la construcción de la democracia y la formación de los nuevos ciudadanos. La práctica pedagógica debería partir de los aprendizajes que impulsan a las personas a una actuación libre, responsable, informada, ética y comprometida. Cada niña y niño debe aprender a conversar y comunicarse, a escuchar diferentes voces, expresiones y lenguajes; a verse así mismo en la medida en que ve al otro. La escuela debe ser un centro vivo de debate, discusión y de procedimientos para figurar y realizar proyectos conjuntos creando una sociedad que asume cambios y que aspira a grandes transformaciones.
Para ello también es necesario adquirir una conciencia de lo que soy y de mi comunidad a lo largo de la historia. Se debe asumir una orientación democrática como resultado del Nunca Más a otro conflicto armado, pero ante todo a participar en la deliberación y construcción de proyectos que son del interés social. La escuela debe ser una de las arenas públicas para el análisis de los principales problemas que aquejan a la comunidad y debe promover el aprendizaje para encontrar soluciones como parte de la expresión de la solidaridad hacia los otros.
La formación ciudadana en Guatemala constituye la restitución de las reservas morales, generando en cada guatemalteco la capacidad informada, la aspiración, la imaginación y el sentido práctico para actuar en conjunto y transformar la realidad; en contraste con el vacío de la propuesta educativa actual que conduce a la perpetuación de un modelo de sociedad que restringe la justicia, la igualdad y el efectivo ejercicio de los derechos más fundamentales.