Columnas

Luz

“Todos estamos quebrados, así es como entra la luz”. Ernest Hemingway

Me sonreí… leí la frase anterior y me sonreí. Y es que parece lógico que así suceda… que esas rendijas que han dejado los golpes y caídas hayan sido la razón por la cual una nueva luz se colara hacia nuestro interior. Tal vez, sin esas grietas, hubiéramos estado tan encerrados en nosotros mismos, que no nos hubiéramos dejado iluminar por lo que existe más allá de nuestro propio conocimiento, más allá de lo que consideramos nuestra realidad. Tal vez sentirnos quebrados haya sido la razón perfecta para dejarnos invadir por un claro y puro amor que logró avivar nuestra propia luz interior.

Pues todos tenemos luz, todos somos energía infinita. Aún y cuando no estemos plenamente conscientes de ello, la realidad es que todos estamos aquí para brillar. Hay luz en tus ojos cuando miras con compasión a alguien. Iluminas con tus palabras cuando traes ánimo y consuelo a un corazón abatido. Hay calor en tu abrazo que quita el frío de la confusión y el tormento. Hay sol en tus manos cuando haces algo por otros, tus risas son como bellos reflejos de la alegría infinita. Eres luz que ilumina en medio de la noche; eres claridad que guía cuando el camino se hace estrecho. Eres fulgor permanente cuando trabajas por tus sueños.

Todos tenemos un fuego adentro, pero no siempre lo dejamos salir. A veces por miedo, a veces por desconocimiento, a veces porque pensamos que a nadie puede servirle. Pero conforme avanza mi vida, más me convenzo de que no hay nada fortuito ni infructuoso… que todo aquello que llevamos dentro ha sido creado con propósitos eternos, para nosotros mismos y para los demás. Lo único que tenemos que hacer es compartirlo; lo único que tenemos que hacer es ser como somos y permitirnos brillar. Y así como el Sol no decide hasta dónde llega su luz, así tu luz no tiene que saber su destino… pues llegará justo a donde se necesita. Tú no tienes que preocuparte porque tu luz parezca tenue o débil, o demasiado brillante… solo déjate llevar por tu instinto, solo preocúpate por no menguar tu fulgor. Pero jamás pienses que no es importante, pues en el cielo del universo hay un rayo de luz que lleva tu nombre, que completa la belleza celestial. Y el arcoíris de la existencia, sin tu rayo de luz, no será igual. ¡Permítete brillar!

Sí… es posible que todos estemos rotos, y eso es lo que nos haya motivado a llenarnos de más luz. Pero si eso es así, me pregunto: ¿qué tal si esas mismas rendijas son las que permiten compartir nuestra luz interior? ¿Qué tal si esas heridas son las que nos acercan a los demás? ¿Qué tal si nuestras rajaduras no nos hacen débiles, sino más misericordiosos y con ello más fuertes? ¿Qué tal si esas grietas del corazón inspiran a otros a aceptar y sanar sus propios golpes?

Todos nos hemos caído en más de una ocasión; por lo tanto, es posible que todos tengamos más de alguna rendija… si es así, que sirva para dejar entrar la más alta luz, que avive nuestro fuego interno y que a la vez sea la abertura perfecta por la cual esparcir la luminosidad de nuestra esencia.