Columnas

Actitud y aptitud

Hace ya muchos años invitaron a mi padre, el Ing. Luis Ernesto Dumois Portela, a dar una charla a dirigentes de la industria azucarera mexicana sobre las actitudes y aptitudes de sus líderes. En ese momento a él le pareció un tema relevante con el que se sentía compenetrado, pues estaba en el corazón de lo que siempre fue su disciplina, su profesión, su formación.

La Real Academia de la Lengua le decía que aptitud es la cualidad que hace que un objeto sea apto, acomodado o adecuado para cierto fin; es la suficiencia o idoneidad para obtener y ejercer un empleo o cargo. En seguida trató de expresar lo mismo enriqueciéndolo con sus propias palabras, las que su auditorio entendería mejor: la aptitud se refiere a una capacidad, habilidad, facultad, maña, talento, competencia, destreza, técnica o ingenio; en resumen, es poder hacer algo.

La actitud se refiere más bien a la disposición de ánimo de algún modo manifestada, a la postura, talante, compostura, aspecto, aire… es una promesa, un compromiso, un estar y pertenecer, proponerse, entregarse, atreverse; en resumen, es querer hacer algo. Actitud y aptitud, como tema de una charla, parecen como un juego de palabras que riman y al pronunciarlas se confunden. Sin embargo, son muy distintas, y al mismo tiempo en el liderazgo se complementan.

Pienso, como lo hacía mi padre, que no podemos ser buenos dueños de nuestras empresas si no tenemos la aptitud y la actitud adecuadas para serlo. Claro que tenemos que estar preparados para ejercer el cargo. Pero quizá lo más importante sea que tengamos la disposición, la promesa, el compromiso, la presencia… ese estar y ser a la vez, todo en uno, y no en parte nada más. Tenemos que ser congruentes y éticos.

Mi padre hacía referencia a equipos de trabajo con quienes había trabajado, en varios ingenios. Eran aptos y tenían la actitud adecuada. Su mente y su estado de ánimo eran los requeridos para ejercer el cargo; y los resultados lo demostraban. Hoy somos más capaces, debemos serlo: ¡el hombre aprende de la historia! ¿Pero estamos más dispuestos? ¿Somos éticos? ¿Tenemos la actitud? ¿Estamos presentes? ¡Podemos! Pero… ¿queremos?

Mi padre concluyó diciendo:

Señores, con lo que les he dicho el problema ya no es mío, es de ustedes. Además de que alguien los va a juzgar, lo importante, lo trascendente es que se juzguen ustedes mismos. Ustedes tienen un grave problema, y no es lo que les he dicho, sino cómo van a responder. Es responsabilidad de ustedes analizar esta problemática y encontrarle solución. Tienen que ser aptos y tener el compromiso de hacer aptos a los demás. Deben tener la actitud y convencer a los demás de que también ellos la tengan.

Señores, tienen ustedes la palabra y la acción.

Se ha dicho que los hijos pequeños adoran a sus padres, que de adolescentes los repudian, y que de mayores los reconocen y añoran. Tal vez a mí me esté sucediendo algo semejante, y quizá no lo sepa del todo bien. Lo que sé es que estoy de acuerdo con él en los temas que desarrolló en un escrito suyo que recientemente me encontré, y que me motivó a escribir el presente artículo.

Pero lo más importante es que los temas de la responsabilidad empresarial y ética son los mismos de siempre. Podrán cambiar en lo accidental de unas épocas a otras, pero en lo fundamental permanecen. Es como la respuesta que se atribuye a Freud cuando le preguntaron: ¿Acaso no hay personas normales? A lo que respondió: Sí las hay; son normales la personas capaces de trabajar y de amar.

México necesita crecer. Tenemos vocación para ser prósperos. Tenemos los recursos y los talentos. Las oportunidades están ahí… para todos. Los empresarios mexicanos hemos de desarrollar las aptitudes y actitudes que hoy nos demanda.