Editoriales

El flagelo de la desnutrición

La pobreza que impera en varias áreas del país se ha acrecentado en los últimos años y quienes resultan más perjudicados son los niños.  Funcionarios de la Secretaría de Seguridad Alimentaria y Nutricional (Sesan) dieron a conocer que hay más de 11 mil niños que padecen de desnutrición crónica en el país.

Los datos reflejan las condiciones de vida de muchas familias guatemaltecas, que siguen siendo paupérrimas y sin atención por parte de las autoridades de turno. Pero este problema no es de ahora, ha sido desde hace muchos años. Han pasado diferentes gobiernos y de lo  que menos se han preocupado es asumir la necesidad de atender a los futuros ciudadanos de este país.

La responsabilidad empieza en las comunidades y gobiernos locales,  donde los alcaldes son los primeros en tener contacto con  los pobladores. Se supone que conocen las necesidades de los caseríos y las aldeas de sus municipios. De qué sirve que pavimenten o hagan obras como salones comunales, si quienes viven en esos lugares son familias de escasos recursos que muchas veces no tienen qué comer en el día a día.

Cómo puede una madre proveerle de leche materna a su hijo, si ella está mal alimentada, o si en la etapa del embarazo no fue provista de los nutrientes necesarios o, peor aún,  si padecía de anemia. En fin, son tantos los problemas que afrontan quienes nacen en este país y, muchas veces, son los mismos padres quienes no se ponen a pensar en la gran responsabilidad de traerlos a este mundo,  sin las condiciones que garanticen un futuro prometedor.

Culpa también el mismo sistema de salud que no llega a las comunidades donde más se les necesita. Hay grandes áreas donde no hay centros de salud y, si los hay, no hay medicinas ni suficientes médicos. O solo atienden al día a determinado grupo de pacientes. La tan necesaria medicina preventiva no existe. Las diferentes iglesias en el país, que aglutinan a familias completas los fines de semana, no cumplen con esa misión de servir de guía para orientar o ayudar a sus devotos, ni con proveer a las comunidades que les aportan ingresos.

Los programas sociales solo han servido en el país para dar soluciones muchas veces cortoplacistas, pero no de futuro.  Sobre todo han sido foco de corrupción y, en muchos casos, han servido para que mucha gente se acostumbre a recibir y no luchar por los caminos de la producción o el trabajo. Se hace necesario que se implementen programas de desarrollo comunal, donde quienes habitan en ella aprovechen los recursos que tienen para realizarse y desarrollarse.  Desde la crianza de aves y producción de hortalizas para autoconsumo,  árboles frutales y todo insumo que puedan tener para la producción de alimentos.

Mientras existan alcaldes que solo vean su beneficio o den ayuda en campañas proselitistas, o los tradicionales partidos políticos que solo durante cierto tiempo visitan las comunidades para ganar votos con playeras o regalos, la situación continuará y empeorará.  El Gobierno también debe preocuparse porque los impuestos lleguen en beneficio de quienes  tributan. 

Redacción

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