Columnas

El reflejo de Guatemala en Colombia

Tras casi cuatro años de negociaciones de paz entre el Gobierno colombiano de Juan Manuel Santos y las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC), la principal guerrilla de ese país sudamericano, llegaron a un cese al fuego bilateral el pasado 24 de agosto.

Y para contar con respaldo ciudadano, el presidente Santos llamó a una consulta popular a la población de su país para ratificar los acuerdos el 2 de octubre. Dichos acuerdos habían sido firmados una semana antes en la ciudad de Cartagena de Indias, con el respaldo de gran parte de la comunidad internacional.

El esfuerzo por la paz le ha valido al presidente Santos ganar el Premio Nobel de la Paz 2016, con lo cual se ratifica el respaldo internacional a la paz en Colombia. Sin embargo, el domingo 2 de octubre, el pueblo colombiano no respaldó los acuerdos de paz en las urnas, hubo un abstencionismo de más del 60 por ciento de la ciudadanía, y quienes votaron, por un estrecho margen, le dieron la victoria al no, con lo cual los colombianos se pronunciaron rechazando el Acuerdo de Paz con las FARC.

La razón de este rechazo no es porque no quieran la paz, sino porque no les convencieron los términos en que los acuerdos se firmaron. Y este rechazo ciudadano abrió una etapa de incertidumbre sobre el destino final del proceso de paz colombiano.

El presidente Santos reafirmó su compromiso con la paz hasta el final de su gobierno y que se mantendrá el cese al fuego con las FARC. Pero los colombianos rechazaron el acuerdo, porque consideran que se les dieron demasiadas concesiones a las FARC, como el hecho de que no se castiguen penalmente los crímenes de guerra, a la vez que se deja el camino libre para que, al menos, algunos grupos guerrilleros sigan con el negocio del narcotráfico.

Esto sin duda auguraba una era de violencia delincuencial y homicida tras la firma de la paz en Colombia. Los colombianos se vieron en el espejo de lo que sucedió en Guatemala, tras la firma de la paz en 1996. El entonces presidente guatemalteco, Álvaro Arzú, firmó la paz, pero no la aseguró, pues no hubo inversiones sociales importantes para el país; se mantuvo activas a las estructuras paramilitares de la guerra y no hubo una política real de reinserción a la vida civil, por lo cual muchos exmilitares y exguerrilleros, tras la guerra, pasaron a formar parte del narcotráfico y del crimen organizado.

Estos fenómenos nutridos de excombatientes de la guerra fueron la causa de la gran violencia delincuencial que vivió Guatemala tras la firma de la paz. Y nunca antes hubo en Guatemala tanta delincuencia común y organizada como después de la firma de la paz.

Por: César Leonel Mejía Rodríguez

Redacción

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