Columnas

Cuando la educación no importa nada

Muy pronto estaremos asistiendo al proceso de aprobación del Presupuesto general de ingresos y gastos del Estado para 2017. Como todos los años, los oficialistas, aun sin entenderla, defenderán con uñas y dientes la propuesta del Ejecutivo, misma que, como de costumbre, ha sido elaborada sin mayor criterio de equidad de género, mucho menos teniendo como horizonte el combate a la pobreza. Los niños ya habrán dejado las aulas, felices de salir de esas soporíferas galeras donde sus docentes, sin mayor apoyo instrumental y técnico, habrán hecho lo imposible por que aprendan algo. 

Guille
I. Guille

Al presidente actual, como al anterior, lo que le importa es quedar bien con el empresariado, que mecánicamente exige 180 días de clases, sin que se tome en cuenta ni el clima ni la distancia, mucho menos la calidad de los aprendizajes. El abandono de la educación pública es tal, que ninguno de los altos, medios o bajos funcionarios tiene a sus hijos en esos establecimientos. Ellos, que han hecho de la educación pública un desastre, tratan de salvar a sus retoños llevándolos a escuelas-negocios para que allí sí, suponen ellos, sus hijos aprendan algo, además de codearse con la flor y nata de los viejos y nuevos ricos, para que por ósmosis se les peguen al menos las mañas para evadir impuestos y trampearle al fisco. El retoño del actual presidente es un vivo ejemplo de ese comportamiento.

Al Ministerio de Educación apenas se le asignó 17.3% del total del presupuesto de egresos y gastos, mientras que para el servicio de la deuda se gastará 16.22%. A los niños y adolescentes del país, que son la mayoría de la población, se les asignó mucho menos dinero que el que en ganancias netas se les ha otorgado a los banqueros prestamistas.

Los niños, por disposición de las autoridades que dicen que su educación les importa muchísimo, no tendrán un centavo para mejoramiento de infraestructura, pues la casi totalidad de lo asignado a inversión está destinado a equipo, entendido en su mayoría en compra de vehículos para altos funcionarios y algunas computadoras para escolares. Nada para bibliotecas y libros, mucho menos para transporte escolar que aproxime a los niños rurales a sus centros de estudio.

En contraste, resulta que a la Presidencia de la República se le han asignado 217 millones de quetzales, de los cuales 80.2% está dedicado a seguridad presidencial y vicepresidencial. Mientras que los niños seguirán sentados en blocks y letrinas, el jefe del Ejecutivo y su suplente, con familia extendida incorporada, gozarán de carros, motos, gasolina y todo lo que en el rubro de seguridad sus amanuenses puedan incluir para tenerles bien tratados. El presidente actual y sus ministros en nada se diferencian de sus antecesores.

Pero la afrenta a la juventud y la infancia guatemalteca no termina allí. Resulta que al Ejército, en tiempos de paz, se le ha asignado casi 3% del presupuesto, dedicándose más de la décima parte de ese monto a “Servicios de educación y salud” de los miembros del Ejército. Ningún otro grupo de funcionarios goza de tales prerrogativas, pues ni la escuela de la PNC aparece bajo tal concepto. Gastaremos 284 millones de quetzales en instruir y curar a los oficiales, pero no hay un solo centavo para proteger a los niños en los espacios escolares. Ni para curar heridas tienen equipo las escuelas. Pero los oficiales consumirán 14% del presupuesto del ejército en su educación y salud.

Para recreación y fomento del deporte no federado, a través del ministerio de deporte se asignaron 196 millones de quetzales, a los que hay que agregar los 221 millones que la Digef del Mineduc tendrá para rubros parecidos. Ambos ministerios no tienen políticas coordinadas, y el dinero se gastará a torrentes en campañas clientelares para promover a los candidatos de FCN para las próximas elecciones.

Es de esperar que esta propuesta de presupuesto sufra modificaciones sustantivas en el Congreso, y que los alegres y festivos ciudadanos que abarrotaron la plaza los sábados del año pasado se convenzan de que si no hay movilización seria, activa y constante el país continuará en el derrotero que desde hace treinta años le impusieron los ideólogos del egoísmo y el robo solapado.