Columnas

¿Quién dirige el Congreso?

Más allá de lo que diga la moribunda letra de nuestra Constitución, quienes mandan en el Congreso e imponen sus agendas políticas son los grupos de presión. Pueden ser grupos nacionales y/o internacionales, pero en ambos casos el objetivo es el mismo: profundizar el sistema de incentivos perversos que prevalece en Guatemala por medio de más intervencionismo y más estatismo.

Son irrelevantes los motivos que aducen para impulsar más legislación que otorga más poder a los gobernantes y crea más  burocracia parasitaria: al final, con sus propuestas convertidas en ley, lo que suelen provocar es lo contrario a lo que pretendían alcanzar. “De buenas intenciones está empedrado el camino al infierno”: un refrán que he repetido hasta el cansancio.

Tal vez algunos de quienes promueven más de los mismos obstáculos que les han impedido a tantos compatriotas nuestros superar la pobreza, efectivamente creen que ayudan a los habitantes más frágiles de nuestro país. Pero la realidad es contraria a esas buenas intenciones: entre más obligaciones se les asignan a los gobernantes (quienes actúan en nombre del abstracto Estado), menos probabilidades tienen los más pobres, y casi todos a excepción de los privilegiados, de mejorar su calidad de vida.

Sin embargo, en plena revolución de las comunicaciones y la información, hoy está  poderosos organismos estatales supranacionales (ONU, BM, BID…), para asegurar su exquisita y cómoda existencia a costa de los tributarios que mantienen tales entidades. También los hay, y por montones, líderes de los grupos de presión locales que esperan, por medio de privilegios, acumular una fortuna lo suficientemente grande para asegurarse que no tendrán que trabajar, como el resto, para ganarse la vida.

Por eso es importante que pongamos atención en quienes llegan a ocupar un cargo en el Legislativo. Más aún si estos son aquellos que van a dirigirlo: en sus manos está la agenda del Congreso y, por tanto, la posibilidad de cambiar el sistema político para bien de todos en el largo plazo, o hundirnos más en la miseria actual por medio del sistema vigente que atrae a los peores representantes de nuestra sociedad.