Desintoxicación digital
Un estudio del Dr. Fabrizio Piciarelli (familyandmedia.eu) se refiere a la desintoxicación digital, un término nuevo, que se está integrando a nuestro vocabulario, y que indica la voluntad determinada de mantener una relación sana y equilibrada con los instrumentos digitales, evitando cualquier tipo de exceso y de adicción no saludable. Porque la tecnología es un bien, pero es necesario saber manejarla. Esto es la desintoxicación digital: poner la experiencia digital en el lugar adecuado, poner calma en los ritmos y los tiempos de su consumo, tomarse, si es necesario, una pausa de reflexión. Es un trabajo que cada uno debe hacer en su interior.
Y se dan algunas ideas para ello. El punto de partida es saber en qué nivel de dependencia se encuentra uno. Por ejemplo, contar cuántas veces al día toma el smartphone sin real necesidad, cuántas veces se conecta a las redes sociales y qué tiempo se pasa en la tableta o la computadora: el estado real de dependencia. Otra cosa práctica es poner distancia física -no solo mental-, entre uno y sus instrumentos. Por ejemplo, nada de celular después de –por ejemplo- de las 8 de la noche; evitar tenerlo encendido por la noche y como se ha comentado, el poner la tablet sobre la mesa familiar no solo hemos favorecido esta una adición, sino también una sustitución. La comida familiar, es por excelencia lugar de reencuentro, de hospitalidad… y la tablet nos puede aislar: y puede sustituir a la fuerza atractiva de la mesa familiar.
La separación física de los dispositivos nos conducirá a una dependencia cada vez menor. Si se empieza a no sentir molestia de sentir tu smartphone al lado… estamos en el buen camino. Otra ayuda es establecer “zonas no digitales” personales: por ejemplo, en la habitación o el baño. O en la mesa y en la cocina. La relación durante las comidas es uno de los momentos en familia que más debemos cuidar. De esta forma se puede reducir gradualmente y sin traumas la dependencia digital. Otro aspecto que se comentaba y que preocupa a los científicos es hipótesis de cómo esto está incidiendo en una modificación de los procesos cerebrales.
Así lo estima Maryanne Wolf, neurocientífica de la Universidad de Tufts, EE. UU., quien dice temer que “la lectura digital esté cortocircuitando nuestro cerebro hasta el punto de dificultar la lectura profunda, crítica y analítica… Nuestra mente es plástica y flexible –señala-, y es un reflejo de nuestros actos”. Las investigaciones nos dicen que ha disminuido mucho nuestra capacidad de concentración. Cuando se cae en esta adicción, se cambia la atención unas 20 veces a la hora, de un aparato a otro. Y cuando uno se sienta a leer, tiende a reproducir esa lectura interrumpida y en zigzag. Tenemos que ser conscientes de que podemos estar en medio de un cambio muy profundo”. Sin duda la comunicación digital es un logro fantástico y algo ya necesario; pero es bueno considerar este peligro de adición y sus consecuencias. Y que no solo puede afectar a jóvenes sino también a los mayores.